Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Ángeles y duendes en la galería Lancia

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VICTORIANO CRÉMER
León

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Y CUANDO LA sociedad entra en este estado de suspensión que es el invierno ya con la voluntad acomodada a la circunstancia, se produce un fenómeno auténticamente singular: Abren sus grandes ventanales para recoger luz cenicienta y tranquila las Galerías de Arte. Suelen hacerlo sin grandes alardes porque en provincias nos hemos hecho ya a la discreción hasta para la admiración. Quedamos suspensos ante la obra de arte y nos limitamos a recoger los efluvios que el color y la formas bien acordadas dejen en nosotros. Y abandonamos la contemplación del cuadro para sumirnos en nuestra propia expresión interior. Porque la obra de arte, que dejaría escrito Ortega y Gasset en un ensayo de enorme calado es «una isla imaginaria», que flota rodeada de realidad por todas partes». Y en entonces cuando se produce el fenómeno de la conjunción de los ángeles y los duendes, es decir el sentimiento del peso de la pintura sobre la sangre. La pintura expuesta deja de ser un objeto absolutamente material para convertir en una ocupación ética. Y ya, saciado el ojo humano de ver, acaba por saber. A eso aspira el ceremonial de este tiempo de la Pascua cuando el ser humano no tiene a imponerse a si mismo una nueva manera de ser, de parecer y hasta de sentir. Y se producen los fenómenos conocidos de la pintura angélica y la pintura lastrada por el peso de la culpa. Ángel y duende sobre los firmamentos, convertidos estos lienzos para el vuelo de la imaginación. Y la Galería Lancia, abre sus balcones y se asoma al cúmulo de las nubes flotantes. Y sobre esta mesa de operaciones que es el lienzo pasan figuras, colores, transformaciones y vinculaciones. El mundo adquiere su función creadora y sabios magos peregrinos rompen la seda de las nubes y se dejan ver y tocar: Alcorlo, Zurdo, Escarpizo, Uriarte, Villa, López Herrera, Merino y un bando de palomas y magos del color, de la forma y de sustantividad del arte. Materia viva sobre la materia Surge la espuma de las formas, el aliento de lo insondable. Las paredes fabulizan el espectro. ¿De dónde el ángel de la línea, el brote del ala, sobre la cal impreso; Su paso la ternura amancebada del acento? ¿Quién impuso la huella de la Luna sobre el blanco, inevitable y cierto por el latido? ¿Quién redujo El Sol, el Sol, a escombros muertos? Respetad el misterio de la nada, Pintores, conservad el acento de la belleza impune, de la gracia memorable del lienzo. La creación asombra las paredes: ¿de qué fervientes sangres nace el viento del color y qué mano sagrada la conjura en el gesto? La blanca Galería, en el júbilo siente La plenitud creciente del misterio: Partea hijos lineales, hombres, hombres, e hombre. Sueño de lo eterno.

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