QUERIDO MUNDO
El nuevo fatalismo
EN LA ÚLTIMA mitad del siglo pasado, Estados Unidos y la URSS acumularon 125.000 bombas nucleares, y sin embargo no corríamos despavoridos ante el peligro. Ignoro en quién confiábamos, pero no vivíamos aterrorizados ni acobardados. Todavía hoy Estados Unidos y Rusia tienen preparados unos 20.000 misiles con cabezas nucleares y seguimos convencidos de que nunca harán uso de ellos. Sencillamente, no concebimos una hecatombe de esas características en la que el vencedor sería un muerto. Pero los tiempos han cambiado y hoy nos adentramos por la senda paralizante de un fatalismo condecorado de arsenales nucleares, calentamiento global y nanotecnología diabólica. Y comenzamos a amedrentarnos. Porque, para colmo, nos dicen que ha empezado la cuenta atrás y que todo depende de nosotros. Y nos lo dicen precisamente a nosotros, que hemos aprendido a desconfiar de nosotros mismos y de nuestros políticos, que son incapaces de ver un horizonte por encima de los cuatro años de cada legislatura. Esto alimenta el nuevo fatalismo. Y con algo de razón. Pero no con toda, felizmente. Estamos en la Edad del Petróleo (aunque preferimos llamarle del Conocimiento) y seguimos envenenando esta bolita diminuta que es nuestro planeta. La única noticia esperanzadora es que en algún año del próximo medio siglo el petróleo se acabará. «Vaia o demo con el», diremos. Pero ya será tarde. No podemos esperar a que se agote ese plazo, si no queremos que los gases de efecto invernadero -que están calentando el planeta- le cierren el paso a toda esperanza. Al Gore ha puesto el dedo propagandístico en la llaga y se ha convertido en escenificador de la esperanza. Si no actuamos a tiempo, seremos abatidos por sequías, inundaciones y huracanes devastadores antes de veinticinco años años. Los pulmones oceánicos dejarán de funcionar y la Tierra -esa bolita de vida con la que jugamos tan irresponsablemente- se atrofiará. Todo nuestro saber entonces sólo habrá servido para destruirnos. Piénsenlo. Vale la pena de ponerse exigentes a tiempo y no pasar ni una. ¡Menos fatalismos y más compromisos! La Tierra es nuestra casa, y como tal debemos concebirla y hacer que la conciban y defiendan nuestros políticos. Amén.