Diario de León

El paisanaje

Los Reyes perdieron el AVE

Publicado por
Antonio Núñez
León

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QUERÍA el Gobierno traerlos este año en el AVE, pero no ha podido ser, así que anoche arribaron otra vez a León en la vieja locomotora Mikado de Durruti y compañía, entrañables amigos de las tradiciones del ferrocarril que, si no mantienen vivas más máquinas de carbón, es por la reconversión minera y porque el carbón ya no chufla. Por lo demás la cabalgata transcurrió luego por Ordoño como debe ser: sus majestades a caballo con postizos de barba bajo los cuales se adivinaba la jeta de más de un concejal, mucho paje del equipo municipal de gobierno a los que se les veía el plumero y el Ayuntamiento derrochando caramelos por las aceras y las esquinas, que es para lo más que da el presupuesto cuando no queda para bachear. Los niños, en fin, lo pasaron bomba y algunos papás que todavía creen en los Reyes Magos también. No han dicho nada los periódicos sobre si Melchor, Gaspar y Baltasar llegaron a Pucela en AVE, que allí es un plisplás de cincuenta y cinco minutos desde el Palacio de Oriente, si bien con una hora de retraso, lo que, según los antiguos cálculos de Durruti, viene a ser el mismo tiempo que tarda la Mikado desde Quintana de Raneros hasta la estación de León, aunque sin paradas. El AVE ha sido el juguete estrella de estas navidades como hace poco los patinetes de dos ruedas y antaño las muñecas peponas antes de las leyes de paridad de sexos del Gobierno, valiente parida, o las pistolas de mixtos para defender Fort Apache en misión de paz, tal que ahora nuestros cascos azules de la ONU en Irak, Líbano y Afganistán, países bíblicos donde los haya. El primero fue el paraíso terrenal, entre el Tigris y el Eúfrates, el segundo el de los bosques de cedros del rey Salomón y el tercero no está documentado, pero cae mismamente al lado de Persia. Se supone que de aquellos parajes procedían los Magos, excepto el negro Baltasar, cuyos descendientes subsaharianos, de Etiopía al Senegal, siguen llegando a España en pos de quién sabe qué estrella reluciente, si bien en patera, porque con lo de la sequía de Al Gore y el calentamiento global de la ministra Narbona ya no queda agua ni para el camello. Hoy, como entonces, van detrás del cometa Halley o de un espejismo en occidente partiendo de desiertos infames. Lo único bueno que tiene el AVE gubernamental es que, como los juguetes de la noche de Reyes en nuestra lejana infancia, a mayores de despertar la imaginación sale gratis. Le echas por Navidad, que este año coincide en campaña electoral, una postal a Zapatero pidiendo un scalextric para el cruce de Michaisa o un trenillo sin barreras en El Crucero y te dejan un Inteco virtual que no vale para nada, pero que se puede apagar o encender con mando a distancia desde La Moncloa cada vez que vamos a votar. «Como la nintendo », dijo ni hija en casa despues de mandar un emilio por ordenador y un esemeese por el móvil a los novios que no la entienden. Yo tampoco. Volviendo a lo del AVE, debe reconocerse que los tiempos adelantan una barbaridad. Si antaño los de mi quinta teníamos que hacer autostop para viajar gratis, hoy no hay para ir o venir de Madrid como coger el tren de alta velocidad: dado que siempre va y viene con retraso, Renfe se compromete a devolver luego puntualmente el billete. El que haya que hacer parada en Valladolid es lo de menos, porque así ha sido siempre y más ahora con la Junta. En sus tiempos de autoestopista servidor tenía abrasados a todos los conductores con matrícula de Galicia, Asturias o León que paraban a repostar en la madrileña gasolinera de Puerta de Hierro. A lo mejor todavía existe. Te estacionabas, preguntabas lo obvio después de mirar la placa -¿Va pa casa y me lleva?- y las más de las veces hasta merendabas gratis por el camino. Para talantes los de entonces. Las chicas solían tener más éxito con el autostop, curioso fenómeno en aquella época de segregación sexista sobre el que tengo pendiente una interviú con Alfredo Landa, López Vázquez, Gracita Morales -ésta ya no se puede poner- y gente tal que así. Al policía Torrente, no le he llamado porque ni el ni yo somos políticamente correctos. Elemental, Watson. Calculando que va a haber de nuevo elecciones, que Zapatero puede salir para otros cuatro años y que a mi niña le queda legislatura y media de estudiar en Madrid la carrera completa de ingeniera de autovías, trasvases y megacomunicaciones -antes caminos, canales y puertos- además del bonobús he decidido comprarle un bonoave. Es cuestión de calcular los retrasos hasta Valladolid por lo del reembolso del billete y no digamos cuando llegue a Palanquinos. No se imagina uno a Zapatero con gorra de plato dando la salida puntualmente a la Mikado. Hasta otro año bisiesto.

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