Un dos por ciento del territorio nacional está en riesgo «muy alto» de desertización
Según se recoge en el documento de trabajo del Programa de Acción Nacional contra la Desertificación, un total de 928.250 hectáreas, es decir, un 2% del territorio nacional, se encuentra en un riesgo «muy alto» de desertización. Castilla-La Mancha (203.362 hectáreas), Andalucía (199.720), Murcia (194.599), Canarias (155.159) y Valencia (126.263), son las Comunidades Autónomas con más superficie en riesgo alto de desertización, a las que hay que añadir otras 48.159 hectáreas que se encuentran en la misma situación repartidas entre otras como Cataluña, Baleares, Extremadura y Madrid. En total, más de la tercera parte de la superficie nacional sufre riesgo de desertización porque además del «muy alto», tienen un peligro «alto» de sufrir este problema otras 7,3 millones de hectáreas; riesgo «medio», 9,5 millones, y riesgo bajo, 18,8 millones. Sólo Asturias y Galicia se libran del peligro de desertización cualquiera que sea su intensidad. Las zonas más afectadas son las islas Canarias, el suroeste de la Península, especialmente Alicante, Murcia, Almería, Granada, el oeste de Albacete y el sur de Cuenca (con amplias zonas con riesgo muy alto o alto). También destacan el suroeste de Córdoba y el sur de Jaén, con grandes extensiones afectadas por un riesgo alto, así como la provincia de Tarragona y la costa de Castellón. Por comunidades autónomas, Canarias y Murcia son las que tienen una mayor proporción de superficie con riesgo significativo de desertiza, con cerca del 80% de su territorio amenazado. Le siguen Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y Andalucía, con más del 50%. Pero en términos absolutos, son Andalucía y Castilla-La Mancha las que tienen mayor superficie afectada, con más de 4 millones de hectáreas cada una. Muy por debajo, se sitúan Aragón, Comunidad Valenciana, Extremadura y Castilla y León, con algo más de un millón de hectáreas. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, de todos los países del norte mediterráneo España es el país más susceptible de sufrir los efectos de la desertización debido a su morfología montañosa con laderas abruptas, fuertes lluvias con gran capacidad erosiva, condiciones climáticas que van desde subhúmedas hasta semiáridas, temperaturas y precipitaciones muy variables de un año a otro y la existencia de sistemas sobreexplotados, a las que se añade la creciente presión demográfica y turística.