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Publicado por
ISAÍAS LAFUENTE
León

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HACE unos meses, Mariano Rajoy presumió de tener gente de sobra en el partido para hacer unos cuantos gobiernos mejores que el que preside Rodríguez Zapatero. Sin embargo, las dos decisiones que han marcado el inicio de la precampaña del PP, una vez convocadas oficialmente las elecciones, parecen matizar el entusiasmo. Por un lado, el fichaje de Manuel Pizarro como número 2, para las listas de Madrid y para un hipotético gobierno, indica que ha tenido que buscar en yacimientos no domésticos para encontrar algo de relumbre que enfrentar al denostado Solbes. Por otro, la exclusión de Alberto Ruiz Gallardón demuestra que a los partidos les importa un pito desperdiciar su capital humano si se hace por razones de partido. El portazo a las aspiraciones del alcalde de Madrid se está interpretando de manera estrábica. Unos creen que es un gesto de autoridad que reafirma su liderazgo; otros piensan que es una decisión que deja patentes su debilidad y cobardía políticas. Que Mariano Rajoy ha tomado una decisión de envergadura nadie puede ponerlo en discusión, pero para interpretar si le refuerza políticamente nos falta un dato fundamental: conocer sí esa era la solución que él había imaginado. Y todo anima a pensar que no. Si Rajoy hubiera decidido prescindir de Gallardón podía haber despachado el asunto hace meses y no dejarlo para última hora, con una escenificación patética. Rajoy nunca ha manifestado animadversión hacia el alcalde de Madrid, más bien el contrario. Lo incluyó en la reunión semanal de maitines y le encomendó, ni más ni menos, el discurso de apertura del último congreso del partido. Nadie puede pensar que un recaudador de votos tan eficaz como Gallardón le iba a hacer daño en su lista, ni a Rajoy puede preocuparle en exceso la ambición de su compañero: si gana, porque gana, y si pierde, porque Rajoy no estará en disposición de disputar liderazgo alguno. Ha dicho Rajoy que él sólo tiene que dar explicaciones de sus decisiones a los españoles. El problema es que los madrileños que confían en Gallardón también son españoles y sólo las urnas nos dirán si le pasan o no factura por este episodio. Si la recibe, quizás se acuerde Rajoy del discurso que encomendó a Gallardón, cuando el alcalde se atrevió a hacer autocrítica tras la derrota del 14 de marzo y dijo: «algo debimos hacer mal».