Diario de León

EL AULLIDO

El frío de León ahuyenta a los exhibicionistas

Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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«La noche de París promueve el amor y la delincuencia en la misma medida» escribió Julio Cortázar. Y en este mismo sentido el frío de León es un atávico generador de poesía no sólo porque constituye una eterna invitación al recogimiento y al intimismo; también porque este frío promueve la adicción a los abrazos y al orujo en la misma medida. Sí, el frío hace de nuestra piel corteza de roble; este frío duro y vivificante que convierte a los niños en hombres y a las heridas en cicatrices, el cual me hace confesar que -por decirlo con el título de un hermoso poemario de Julio Llamazares- son «memoria de la nieve» mis raíces, mi infancia y toda mi adolescencia¿ Cuando la nieve empezó a cuajar tú apareciste. Pero gracias al frío de León a veces el mundo interior y el mundo exterior se reúnen dentro de mí y se hacen poesía, pues la poesía tiene como uno de sus principios precisamente ése: un ser humano perdido en los misterios de su cuerpo es el poeta; un ser humano a la intemperie haciendo frente al frío de la existencia al propiciar con su escritura la reunión de las conciencias y el no menos decisivo encuentro de los cuerpos¿ No hay heridas posibles en los cuerpos que se aman para contrarrestar este frío. Tú cada noche me regalas un pijama de franela¿ Por eso ahora, en invierno, mientras el viento helado en la cara nos obliga a besarnos como alegres sedientos, y mientras que ese mismo viento esparce por la ciudad nuestros mejores pensamientos, uno siempre vuelve a su amante y vuelve a la poesía para renovar así el ámbito de la percepción, para interactuar y sobretodo para recuperar energía. Sí, el frío es una forma cíclica de volver a ti. Hoy que el cielo parece una plancha de hormigón porque de nuevo amenaza la nieve vuelvo a ese cuerpo tuyo fascinante y peligroso como todo lo que arde sin humo. Y lo hago así, desnudo pero armado, para reivindicar con hechos el frío de León como sustancia poética pues para nada considero cierto ese aforismo de Wallece Stevens que dice que «el amor es una enfermedad tropical». Tú instruyes mi corazón, canción, emoción morena. Tú estás en medio del frío como una cruz en el mapa que nos ayuda a no olvidar de dónde venimos estemos donde estemos. Y es que el tiempo debe de haberse enamorado de ti, gitana guapa, y por eso pareces un retrato inmortal de ti misma en medio de la Calle Ancha mientras me esperas así, como se espera en León: con los pies helados, y un flexo encendido en el fondo del corazón. ¿Poesía y clima? Oh, poesía y clima aquí, gracias a Gamoneda y a las glaciaciones, equivale a poesía y frío entendiendo por frío esa resaca de todo lo vivido, esa dosis de misterio que nos cala hasta los huesos y se graba en las piedras y en las cosas, ese cielo limpio y amenazante de otro invierno que nos retrotrae el frío de la infancia como para preguntarnos si un recuerdo es algo que tenemos o algo que hemos perdido. El frío de León nos llena de ropas y disfraces y eso obliga a unir al acto de la contemplación el don de la imaginación pero a su vez eso hace poética y emocionante la desnudez. La poesía, como el amor, es un acto de desnudez extremo. Desnudarse en esta tierra trasciende a los deseos acompasados y tiene un plus de heroicidad. Y es que el frío de León ahuyenta a los exhibicionistas pero cura y conserva a los amantes y a las piezas de cecina en una dualidad suculenta y profundamente humana como todo lo poético. Regresa el frío, amor, y yo regreso a ti. Venir a verte es como venir al mundo.

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