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LOS HIMNOS, como las escopetas, los carga el diablo. Ojo. Muchos disparan consignas, dogmas, mentiras en verso, grandezas imposibles y, por lo general (o tenientegeneral), un arcabuzazo al entrecejo del enemigo, que son todos los demás. Himnos de patria, de partido, de club o congregación en poco o nada se diferencian. Los alemanes cantan el suyo para acojonar y proclamar que están «über alles», sobre todos, que nadie hay más grande y que Deutschland-Deutschland es la madre que parió el único orgullo cierto del mundo entero. Los himnos son un catecismo desgargantado hecho para desfilar; la banda militar con mucho parche es su norma (los coroneles no quieren orquesta), así que los himnos se imitan y se devuelven replicados porque eso es lo que se hace entre trincheras (el de León es una vieja marcha austriaca plagiada con bastante descaro y está introducido con la fanfarria cornetera de la zarzuela «Los sitios de Zaragoza», con más descaro todavía). Conclusión: si en boca cerrada no entran moscas ni salen balas, cántense los himnos sin despegar los labios con un mmmm ... y que nadie se engañe a sí mismo o amenace a los demás. Los nombres de calles son un himno también de glorificación personal a tal prócer, gloria local o gente de historia grandona. Pero el callejero debería ser himno sin letra, sin nombres propios (por cada uno ahí instalado hay tres o diez más con igual o mayor mérito que quedaron arrumbados en el silencio que insulta o entierra). El callejero no garantiza imparcialidad y justicia. Al contrario. Se vio de nuevo al proponerse para esta ciudad un retacado de nombres de mujer por ser lo femenino calderilla aún en la gloria rotulada del esquinazo cazurro. ¿Y con cincuenta nombres propios resuelven el desierto o el agravio?... ¿Hicieron más esas mujeres que una anónima lugareña que parió once y el último le llevó a la tumba?... Fuera nombres propios y suba al rótulo la calle de Las Mujeres ... calle de las Bercianas, Lavanderas, Omañesas, Labradoras, Costureras, Empresarias, Maestras, Babianas, Pastoras, Molineras, Riberanas, Abadesas, Comadronas, Enfermeras, Panaderas, Biólogas, Cantineras, Bañezanas, Alcaldesas, Madres, Poetisas, Actrices, Juezas, Riañesas... y así, sólo así, donde copan y campan únicamente cincuenta en privilegio cabría medio millón en justicia.