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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ME LO TENÍA dicho y repetido mi tía Federica, la del pueblo, hasta la saciedad. Y yo, erre que erre, dispuesto a resistir en mis castillos de resistencia: Galán, esto se os acaba. Habeis gobernado los tíos años y años, sin que se os cayera la cara de vergüenza al abandonar en una situación inferior a la mujer, como si la hembra no fuera imprescindible y no tuviera que ver para conseguir una Sociedad más equilibrada, más justa y más eficaz. Porque los varones, llamados a la gobernación del mundo no han dado ni una sola en el clavo. La mujer, solícita y paciente como una santa resistió centenares, millares de años luz y sombra pugnando naturalmente por reconquistar aquellos tiempos felices para la humanidad en los que el matriarcado, o sease, el gobierno de la madre del cordero, regía los destinos de la humanidad y dedicaba sus saberes, su capacidad para enderezar los destinos del mundo conocido dejando en manos del hombre, siempre tan apático, tan desangelado, tan inhábil para las cosas verdaderamente importantes, el orden, el mando y la guerra. Lo decían los árabes, en la época del Ramadán, que es cuando la civilización tomaba vuelos: «Mujer a guerra, hombre cuidado niños, lumbre hogar y paliques electorales». Y el mundo fue cayendo, cayendo, hasta quedar en la mierda que es hoy, salvo excepciones que confirman la regla. Y la mujer, que se había visto preterida, obligada, esclavizada y dominada con seres inferiores (que los varones declaraban) se sacudió el dominio, y comenzó a demostrar que de guerra nada, que de mujer florero, menos y que para tener hijos para el cielo bastante con la ciencia y la experiencia. Y el varón, contemplando el oscuro porvenir que se le venía encima, ensayó el procedimiento del palo y la navaja para el dominio de la hembra. Y la señora maltratada, cansada de recibir palos y morder el polvo de la derrota, estudió firme y se sublevó: Comenzó en Sevilla, la pareja comenzó una discusión que fue agriándose minuto tras minuto y al cabo del tercer insulto provocativo el macho intentó dominar la situación imponiendo su fuerza. La señora amenazada no se asustó ante la intención del compañero y cuando éste parecía dispuesto a quebrantar la resistencia de la bella, esta, la pacífica y amable y dulce compañera, le soltó al insensato tal ostraza que le dejó los dedos marcados en el carrillo derecho. Fue el disparo de salida, porque cuando apenas se había la sociedad repuesto del asombro otra dulce y pacífica señora de Gerona, o como se diga en catalán, de nombre Concepción Pelach, fue condenada por la Audiencia, por el gravísimo e inconcebible delito de intentar matar a su marido a cuchilladas. Fue una reacción la de doña Concepción que sobresaltó al personal, porque daba a entender y saber que la sumisión y los palos dados a la mujer por un quítame esas pajas y hasta por nada, se habían acabado. Habían sonado las campanas de la revancha, del relevo y el hombre estaba ya al alcance de la mujer airada. Bien es verdad que doña Concepción no se redujo solamente a una cierta forma de réplica, y que ante el temor de ser por ello castigada (al contrario de lo que solía suceder cuando la agraviada y apaleada era la mujer), confesó con gesto compungido que ella no, señor juez, que había sido porque el irascible esposo había intentado suicidarse. El juez no estimó el truco e impuso a doña Concepción Pelach, una condena de diez años de cárcel, lo que contribuyó bastante a que la señora doña Concha se calmara y los varones del país tomaran a las señoras en serio¿

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