Entre el 4 y el 5% de la población infantil sufre el trastorno de déficit de atención (TDAH)
La hiperactividad afecta a los niños con más frecuencia que a las niñasEl Defensor pideque se investigue Según Barkley, «dos tercios de los afectados nunca superan este problema» Fallece la segunda víctima en 15 días en una operación contra la obesidad
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«Un día mi hijo de once años explotó. Nos llamó angustiado y dijo que no podía más, que no quería vivir así. Cogió un cuchillo de la cocina y se lo puso en la tripa, dispuesto a matarse». «Natalia tenía tres años y medio. Para mí era una auténtica pesadilla dar a entender que en casa se transformaba, como Dr. Jeckill y Mr. Hide. En esa época pasaron por mi casa once chicas internas. No aguantaba más». «Es un niño inquieto, demasiado nervioso; no deja de moverse ni de molestar a los demás. Sufre arranques de furia en cuanto se ve contrariado. Se pasa el día discutiendo». «Se enfadaba con cualquier tontería y si no se le hacía caso, se golpeaba la frente con el suelo o la pared. El salir a dar un paseo se convertía en un suplicio. Al menor descuido, salía corriendo hasta que le perdías de vista. Salía furioso del colegio y me provocaba continuamente. Era agresivo, desafiante y tremendamente disperso». Son testimonios directos de madres con hijos que sufren el síndrome de hiperactividad y déficit de atención. Unos relatos plasmados en un libro editado por ANSHDA, la asociación de padres de estos menores, en el que se recoge el dolor y la denuncia social de su situación. La historia de las madres con hijos hiperactivos oscila desde el agotamiento a la frustración, no exenta de esperanza. A veces se ven incapaces, aturdidas, «como en un laberinto, una espiral que te absorbe cada vez más», retrata con emoción una de ellas. «Vivimos en una tensión familiar constante que, en ocasiones, degenera en depresiones». Y el sentimiento de culpa. «El niño comenzó a desafiarnos, a no obedecer ni escuchar... la gente lo primero que piensa es que es un niño muy mal educado. Tú te sientes fatal, inútil, avergonzada, triste, desesperada». Síntomas Los síntomas esenciales de este síndrome son la hiperactividad, la impulsividad y los problemas de atención, situaciones que cuando se producen con una marcada intensidad repercuten en el entorno escolar, social y familiar. Los niños afectados siempre están en movimiento, son olvidadizos, se distraen con mucha facilidad y con frecuencia pierden el interés por lo que están haciendo. El trastorno de estos niños reside en que padecen una alteración a nivel del sistema nervioso central y, según algunos expertos, tiene un origen fuertemente marcado por los genes, aunque el entorno es fundamental para que el síndrome se desarrolle y adquiera mayor o menor virulencia. El desorden acarrea importantes secuelas al niño, ya que se ve abocado al fracaso escolar y a una frecuente mala relación con sus compañeros. Más a largo plazo, si su trastorno no es corregido, el deterioro de sus relaciones sociales puede traducirse en la edad adulta en problemas laborales, dificultades en las relaciones de pareja, conductas antisociales y otros trastornos psiquiátricos. La hiperactividad es cuatro veces más frecuente en los niños que en las niñas y afecta con la misma frecuencia a todas las razas y culturas. Es más, no puede hablarse de un síndrome contemporáneo reciente, toda vez que, según los estudios médicos, «la prevalencia sigue siendo la misma que hace 15 ó 20 años», dice el doctor Jaén. «Ha existido toda la vida. La diferencia es que, entonces, recibía calificativos más peyorativos», apunta. Las investigaciones más recienten indican que los niños con TDAH tienen un volumen cerebral menor y, desde el aspecto bioquímico, su nivel de dopamina es más bajo en los lóbulos centrales, significa el experto. El diagnóstico entre los cuatro y los seis años de edad «es arriesgado», subraya el doctor Jaén, que se muestra más proclive a efectuar un diagnóstico más certero a partir de los seis años, cuando biológicamente el niño ha madurado. «Un diagnóstico excesivamente temprano puede ser una equivocación», arguye. Aunque los primeros síntomas pueden aparecer antes de los siete años, se diagnostica, generalmente, en los primeros años de la enseñanza primaria, pudiéndose prolongar durante la adolescencia y en la vida adulta, aunque en estas edades los síntomas suelen atenuarse. El Defensor del Paciente ha solicitado que se abra una investigación de oficio por la muerte de una mujer de 48 años en la Clínica Sagrada Familia La Asociación ha hecho esa petición a la fiscal jefe del Tribunal Superior de Catalunya, y a la responsable del departamento de Sanidad Dicha asociación ha pedido también que