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SE DECÍA, ya no tanto, lo de «fumas más que un carretero» y desconozco por qué, aunque no es difícil deducirlo: la gente de tralla subida al pescante de su carro de cara al viento sin tregua y mordiendo el aire todo el día se narcotizaba con tanto oxígeno puro, de manera que rebajaban con humo la excesiva pureza que entraba al pulmón, liaban su cuarterón, encajaban la teba en la comisura de la boca sin apearla por tener las dos manos ocupadas en las riendas, hablaban torciendo el belfo y, de vez en cuando, se sacudían las cenizas que caían a la pechera pareciendo de lejos que tocaran una guitarra invisible para una canción muda de bocanada y humo, canción cuyo único estribillo era invariablemente algún juramento bruto y celestial para arrear a las bestias si remoloneaban; y si no, también. Al excanciller de la Alemania federal quieren meterle un puro por fumar. La fiscalía de Hamburgo ha aceptado la denuncia contra él de un colectivo de no fumadores tras haber visto en unas fotos de prensa que él y su esposa Loki fumaban en un teatro. Helmut Schmidt tiene ochenta y nueve años (¡!); su mujer, uno menos y fuma desde los diez. Helmut gasta ahora mentolados encadenando uno tras otro y cuando era canciller le vimos incluso rumiando tabacorro de mascar y hasta esnifando rapé en una comparecencia con la Tatcher, que era una repugnantina con los humos... y con los sindicatos. El excanciller alucina con el fundamentalismo de ese colectivo ciudadano de policías antihumos, rangers cazabrujas, y alega que no tiene constancia de que su vicio de fumar en el teatro ofendiera o quebrantara nada (incluso le trajeron un cenicero y nadie de la sala expresó la mínima contrariedad). Añade que sólo tres veces en su vida le llevaron a los tribunales: en el 44 por contar chistes de nazis; en los setenta por la querella de una revista; y ahora, por fumar, ¡por fumar!, manda carallo... ¿Se querelló también ese sensible colectivo antitabaco contra todos los coches que fuman sin cesar, chimeneas, calefacciones, térmicas, fábricas, incineradoras y hasta los puestos callejeros de hamburguesas o garrapiñadas?... Como toda excepción hace buena a la ley, a Schmidt deberían consentirle margen. Que fume. Frisando los noventa no parece sentarle tan mal. Hasta sus médicos le desaconsejan dejarlo.