Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Ha muerto Ramón Carnicer

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ME DUELEN TODAS LAS MUERTES. Aunque unas más que otras. Y si el que desaparece es un hombre de excepción, entonces el sentimiento se convierte en agonía, como si se nos estuviera muriendo Edmundo que vale. La muerte de Ramón Carnicer desgarra todos los velos y nos propone la reflexión en torno a una de las figuras más relevantes y emblemáticas de León. Diríamos mejor aquello de «tardará en nacer si es que nace, un hombre más cabal, más entero, más generoso de cuantos los pueblos necesitan tener». Y para los anales de esta tierra leonesa tan necesitada de figuras dignas de figurar en la historia permanente de León significa un duelo hondo y de imposible relevo. Porque los hombres de su estatura ética, de sus conocimientos y de su dominio intelectual no nacen cuando se quiere sino cuando milagrosamente se les concede a los pueblos, de vez en cuando, lo merezcan o no. No estamos seguros de que León, que es tierra para olvidar sus propios errores, mereciera a Ramón Carnicer para lujo de su Libro de Horas, pero es obligado declarar que de lo que sí estamos seguros y convencidos es de que Ramón Carnicer bien mereció el fervoroso sentir e los leoneses en un momento en el que más necesario nos son los seres sobresalientes. Le parió la tierra ubérrima del Bierzo, y allí levantó casa y voz. Y fue la suya emblemática señal para indicar al caminante que allí se levantaba ya pro adelantado la más soberbia estatuaria berciana. Ramón nació para el dominio de muchos textos y mandatos morales, y todos les cumplió fielmente: fue un profesor verdaderamente dotado para la comunicación de la verdad histórica, para el respeto de la dignidad humana y para la exigencia de la justicia. Dio lecciones magistrales sobre el comportamiento que corresponde mantener para la observación de funciones ejemplares y escribió libros que abarcan todas las virtudes que cabe pretender en el hombre perfecto. Fue y será Leonés del Año, de todos los años, y sus libros, servirán para que sean maestros de las generaciones con aspiraciones de perfección. Pero no todo lo que significa Ramón Carnicer, lo que tiene de ejemplo generacional, le fue concedió por gracia, que hasta alcanzar la cima del saber y del entender había tenido que sufrir los gañafonazos de la historiografía más convulsa y traidora de la Historiad e España. Sufrió en su propia carne la indiferencia y el distanciamiento de sus prójimos y cuando el viento negro de la reacción malbaratada le alcanzó en lo que por entonces más quería (su familiar sacerdote) éste sí que mártir de la hoguera de la España en guerra, tomó la decisión de abandonar la tierra en la que le nacieron y se entregó a la generosidad de la Cataluña quijotesca.Y fue en Barcelona en donde alcanzó la cima y se convirtió en Doctor en letras y en ética. Y desde donde envió sus mensajes en forma de libros que denunciaban la morosidad intelectual de los pueblos por él conocidos. Y desde Cataluña, trazó los caminos de otros textos superiores. Al cabo de tanto vivir y de penar tanto, Ramón Carnicer se convirtió en la referencia real del espíritu democrático, aplicado desde su hombredad, para conocimiento y estímulo de cuantos tuvieron el honor de conocerle y tratarle. Cuando al cabo de su exilio voluntario regresó a Villafranca del Bierzo, su cuna cálida, las gentes, sus gentes, le acogieron con ese desvío propio de los pueblos narcotizados y allí nos fue a unos peregrinantes de la Capital del Viejo Reino la fortuna de poder acompañarle, recorriendo grandes trechos exaltando aquella figura humana a la que al fin se echaba de menos. Puede y debe decirse que Ramón Carnicer, hijo ilustrísimo de la provincia del Bierzo y maestro indigne de entereza humana, ha cumplido con su deber y su vocación hasta la consumación de una vida ejemplar. Tenía ya bien contados y usados noventa y cinco años cuando cerró el último capítulo de su libro biográfico y a mí me conmueve su recuerdo.

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