CRÉMER CONTRA CRÉMER
De lobos y de ovejas
CON LAMENTOS Y QUEJUMBRES que ponían el corazón de los vecinos en un puño, se echó a la calle la pastora de Paradilla de Muces, que es tierra de hombres libres y de lobos. Y todo el vecindario acompañó a la real y verdadera víctima de su desolación: Los lobos, traicioneros, se habían ensañado con el rebaño que le estaba encomendado para el cuidado de la becera y en un descuido, en un decir Jesús, cuando menos lo esperaba le habían diezmado la tropa baladora. Y se me echó en los brazos llorando y suplicando. Porque el lobo es todavía un lobo para el hombre, como decía el memorialista y la pastora, ahora sin rebaño, se sentía arrojada de la sociedad en la que había nacido y a la que dedicara sus mayores desvelos. Y a mí, efectivamente, se me abrieron las carnes cuando me contaba el espectáculo de su rebaño diezmado y el praderío cuajado de entrañas de animales muertos. Y comenzó a germinar en mi interior una cierta forma de espíritu de venganza contra aquella animalía suelta dedicada a lo que parecía el exterminio de algo tan inocente y puro como la oveja lucera. Se me echó en los brazos y lloré con la desesperada pastora. Porque mucho quiero a los lobos, como animales tan parecidos a los perros, pero quiero más a las ovejas. Quizá porque las ovejas se me representan como animalitos sagrados de compañía, mientras que al lobo no le contemplo nunca si no es en algún grabado en el cual compruebo la dramática lucha del hombre ante la ferocidad de aquellas bestias de tan temible dentadura. Y todavía no se me ocurre pensar cual puede ser el mecanismo humano para que ciertas representaciones como ésta del lobo de Paradilla se transforme, en ocasiones bien señaladas, en fiera desatada. ¿Será, tal vez, que en el fondo del ser humano late un caudal de sangre enfurecida que exige ser derramada y para el mejor cumplimento de este trágico menester acepta la transformación?... Me suena la canción campera del lobo y me apresuro a aplicarla a la Sociedad a la que pertenezco: Es Paradilla de Muces/ tierra de cabreros,/ que tiene una fuente/ de aguas minerales/ y donde en invierno desde los oteros/ bajan los lobos/ hasta los corrales¿ Y matan a las ovejas. Y los amenazados vecinos se reúnen a toque de cuerno de caza y decretan el exterminio de los depredadores. Como estamos en tiempo raro y tenso de elecciones y sus resultados, me acomete inevitablemente la idea de aplicar los hechos de Paradilla a las aventuras del vivir político, social, económico y hasta cultural y acabo por aceptar la consigna cesárea de «Tened cuidado con los idus de marzo». Porque en marzo será la sangrienta victoria o la derrota ominosa. Y el lobo feroz. las pacíficas ovejas baladoras del rebaño. Y uno, que al fin y a la postre tampoco piensa estar entre las víctimas del lobo, defendido por los perros con collarón de clavos para evitar mordiscos traicioneros, sigue pensando en el cuidado que debemos tener con los lobos que -estos sí- andan por monte electoral solos y solamente abandonan el sangriento encuentro cuando hartos de sangre corren a esconderse. En teoría todavía es válida la inclusión del aforismo de «el lobo es hombre para el lobo» y viceversa porque al cabo de tanto sermonario político, abandonamos el campo con dolor contemplando cómo se viene la muerte (política) tan callando.