Diario de León
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LUIS ARTIGUE
León

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COMO QUIEN NO se conforma con su época y de vez en cuando vuelve atrás para guiñar un ojo al camino, así vive Xuan Bello. Arraigado. Emocionante. Anacrónico como todo lo eterno¿ Así escribe Xuan Bello sobre todo eso que fuimos y ya nos abandona. Pienso en esto en Gijón mientras el mundo interior y el exterior parecen querer reunirse dentro de mí ante el desasosegado mar Cantábrico. Y recuerdo al poco él hálito que me dejó en el alma su libro Historia Universal de Paniceiros -narrativa discontinua escrita en ese idioma que nosotros llamamos leonés y aquí asturiano, y traducida al castellano por el propio autor: Editorial Debate, y hace poco reeditada por Mondadori en Debolsillo-. Sí, vuelvo anímicamente a esas páginas que recrean entre otras cosas la cotidianidad mitológica de Paniceiros, -un pequeño pueblo de Tineo (Asturias)- y reparo así en que la realidad está perdiendo parte de su magia y su lirismo¿ Por eso Xuan Bello, hombre culto de nostalgia contagiosa, escribe como el arqueólogo que recompusiera amorosamente los restos de un ánfora. De nuevo vuelvo a recordar por qué ese libro me iluminó, y su sentido parece intensificarse ahora que la abuela Margarita ha muerto aunque en mí siga tan viva. Y es que uno lee a Xuan Bello y se descubre conectado con un mundo rural que ya no existe pero con el cual soñamos para recuperarlo. Y descubre también que todo lo rural, lo primigenio, pervive envuelto en un manto de niebla y de sueños mientras está conectado con muchos otros lugares legendarios gracias a los personajes pintorescos que allí se generan y cobijan -esos personajes que parecen los mismos repetidos en todas las enormes literaturas pequeñas-... Visto así para mí Historia Universal de Paniceiros más que una novela es una forma de confundir el misterio con la magia, la superstición con el mito y el pasado con la eternidad. Paseo pues por el muro de Gijón y recuerdo a Capote en la sierra de Paniceiros, ese lugar suspendido en el vétice del tiempo, y pienso en que se parece a Belisario -el pocero de Benamariel tan conocido en los bares con musas de alterne de mi barrio-, y recuerdo al sabio Pepín del Sueiru y sé que es clavado a Braulio -ese fontanero retirado de Villalobar que tanto tiene igualmente de sabio y memorable-. Y regreso con erudición melancólica a algunas otras cosas que me enseñó ese libro: que leer a don Álvaro Cunqueiro fuera de su mundo se parece a traducirlo; que si existe una forma de recitar a Rimbaud con el ritmo que precisa es así, en un pequeño pueblo apartado del mundo en medio de uno de esos veranos calurosos que hornean la adolescencia; que hay en definitiva «un hilo de oro o de bramante basto que nos une al pasado: la única forma de soportar el futuro». Ciertamente escribir en un idioma agonizante en pleno siglo XXI y tener aún así éxito de crítica y de público me resulta algo tan sincero y heroico como el vuelo, aquí, ahora, de las indiferentes gaviotas a las que cantaba Ángel González¿ Pero todo eso se desvanece en mi mente porque Xuan llega y me abraza mientras yo miro a Sonia, su compañera, a la que el embarazo le ha llenado el rostro de destellos. Leer a Xuan Bello se parece mucho a regresar hoy allí, al pueblo de nuestros padres donde todo es esencial, para diferenciar así quien somos de en quien nos hemos convertido. Tú, porque el tiempo se ha enamorado de ti, pareces un retrato inmortal de ti misma en medio de la calle. Sonia te mira y casi te acaricia con los ojos. Y a mí me fascina comprobar que lo hace así, igual que lo hacía la abuela Margarita para decir sin palabras que existe algo invisible que interconecta a ciertas entrañables mujeres indescifrables¿ El viento esparce estos pensamientos frente a la playa de San Lorenzo.

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