Diario de León
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ESTA iba a ser «la legislatura del talante» y acaba siendo la de «la turba». No digo yo que el PP contenga responsabilidades en esto, que las tiene, pero parecen mayores las del presidente Zapatero y su Gobierno, porque ellos fueron los que hablaron de un cambio de actitud. Pero empezaron con el Pacto del Tinell, que excluía al PP de todos los acuerdos y consensos, siguieron por una negociación imposible con ETA, se mantuvieron en los contactos tras el atentado de la T4 -y los negaron setenta y siete veces- y acaban con el apoyo excluyente de los intelectuales. Cuerda, Almodóvar, Boris Izaguirre, Marisa Paredes, Ana Belén, Victor Manuel, Álvaro de Luna, Miquel Barceló, Jesús Vázquez, Goytisolo y, al parecer, otros 5.000 intelectuales -aunque cuesta mucho pensar que haya habido alguna vez 5.000 intelectuales en España- se unen para impedir que «vuelva la turba humillante y mentirosa que piensa desde su imbecilidad que todos somos imbéciles». Supongo que habrán medido bien sus palabras porque aproximadamente el cincuenta por ciento de los que compran sus libros, sus CDs, sus videos o acuden a sus películas deben entender que les consideran imbéciles, porque votan PP y, lo que es aún mucho más grave, comparten sus ideas. Claro que un ataque tan demoledor y excluyente no quedaría intelectual ni progresista si no incluyera a la Iglesia, católica por supuesto. Los cincomilabajofirmantes también critican la «estúpida y humillante teocracia de los obispos». Y es que eso de la teocracia y el culto al líder es cosa de los obispos y no de los partidos. Debió ser un obispo el que habló de Felipe González como 'Dios' y el 'Número1', razonablemente, porque en el PSOE no se movía una hoja sin que él y Alfonso Guerra lo dictaran. Aznar empezó bien, pero acabó creyéndose un dios, a la manera de Bush. A Rajoy en la dramática noche electoral del 14-M, nadie se atrevía a decirle que lo hacían muy mal. Y, ahora, los signos de identidad del PSOE no son el programa o las ideas, sino la Zeta y la Zeja, capaces de movilizar al electorado más intelectual. Y eso, sin hablar de Pepiño Blanco y sus homólogos en otros partidos, que fulminan de las listas a todo aquel que disiente o discrepa y le sustituyen por dóciles diputados y senadores. Eso sí que es democracia episcopal. Entre las turbas de la izquierda y las navajas de la derecha, esperando a ver si cae Rajoy, cada vez dan más ganas de votar en blanco.

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