Gente de aquí
El son de lo que eran
Tras diez años dedicados a recuperar del olvido instrumentos y costumbres leonesas, Francisco Javier Pozuelo deja en un segundo plano esta actividad ante la falta de apoyo económico
El interés por recuperar las tradiciones antes de que se pierdan definitivamente en el olvido parece haber crecido en todos los ámbitos durante los últimos años. Aunque en algunos casos la realidad es precisamente esa, una mera apariencia carente de un sostén económico que la respalde. Así, en campos como por ejemplo el de la música, las iniciativas de personas anónimas han demostrado ser mucho más consistentes y eficaces que las de las administraciones, pese a carecer de los medios materiales con que cuentan éstas. Éste es el caso protagonizado por Francisco Javier Pozuelo, un joven natural de la localidad leonesa de Villarejo de Órbigo, que ha dedicado los últimos diez años de su vida a conocer y recuperar, en la medida de sus posibilidades, la tradición musical de diferentes rincones de la provincia. Francisco Javier es un autodidacta a la antigua usanza. Como se suele decir, «toca de oído», lo cual le otorga aún más mérito ya que ha aprendido a tocar nada menos que ocho instrumentos (violín, arpa, rabel, zanfona, pandero cuadrado, gaita leonesa, chifla y tamboril), «observando cómo los tocan otros artistas y, sobre todo, practicando una y otra vez hasta que suenan bien». Aunque, por si esto fuera poco, lo verdaderamente reseñable es que, como en la mayoría de los casos los instrumentos en cuestión ya no se fabrican, los ha tenido que diseñar y construir con sus propias manos. De este modo, «para crear mi primera zanfona me basé en referencias de personas que la tocaban y en algún plano que pude conseguir. A partir de ahí, hice lo que pude y, a base de trabajo y práctica, fui perfeccionando las formas y el sonido». En otros casos, como por ejemplo en los rabeles, «he obtenido planos de museos o personas», mientras que «para elaborar las chiflas en unas ocasiones he copiado el diseño de instrumentos antiguos y en otras he realizado adaptaciones e incluso diseños propios». Pero el instrumento que más éxito ha tenido de toda su producción ha sido la gaita tradicional. Pese a la industrisosidad y la demanda, ahora, reconoce con tristeza que «carecer de apoyos institucionales durante estos diez años ha hecho que me canse de luchar, porque ésta no es una actividad con ingresos estables, y a cierta edad es necesario contar con una estabilidad económica». Por eso, deja la afición en un segundo término y alerta de que estas tradiciones se pueden perder.