Diario de León

Los expertos piden cultivar especies herbívoras y omnívoras en vez de grandes depredadores

El futuro de la alimentación pasa por una acuicultura sostenible Se trabaja por mejorar la producción y cultivar nuevas especies

Para engordar un kilogramo de atún en cautividad son necesarios veinte de pescado

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Miguel J. Tré - león
León

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Para proporcionar proteínas y vitaminas de calidad procedentes del pescado y alimentar a una población mundial que crece a gran velocidad, la acuicultura puede ser la solución, especialmente si tenemos en cuenta que el 70% de los caladeros mundiales están sobreexplotados y peligra el equilibrio de la biomasa marina. En tan sólo cinco años el porcentaje de pescado y marisco procedentes de la acuicultura ha aumentado del 33 al 43%, calculándose que en el año 2005 ascendió a 48 millones de toneladas y, desde principios del siglo XX se ha logrado reproducir en cautividad al menos 430 especies acuáticas, de las que 106 lo fueron en la última década. Hasta ahora, el sector ha promovido la idea de que su actividad es imprescindible en el abastecimiento de pescado a nivel global y que reduce la presión sobre los recursos marinos sobreexplotados, aunque la realidad, en el caso de los peces carnívoros y de los langostinos, la ingestión de proteína supera la producción final. Tal y como se practica en la actualidad, tiene consecuencias negativas para el medio ambiente como el deterioro de los ecosistemas litorales y el impacto sobre las especies salvajes que se usan como alimento. Según los expertos, su capacidad para satisfacer la demanda mundial de alimentos depende del logro de un modelo sostenible de desarrollo que minimice el impacto ambiental. Impactos Pproducir un kilogramo de salmón o bacalao en cautividad se necesita una media de entre tres y cinco kilos de de pescado, cantidad que se eleva hasta veinte en el caso del atún, algo totalmente insostenible. Además, para el engorde de esas especies carnívoras se suelen emplear ejemplares juveniles o larvas, lo que provoca un gran impacto en el ecosistema. Así se afirma en el informe «La industria acuícola y de engorde: un reto de sostenibilidad», elaborado por Greenpeace, en el que resalta la necesidad de que la acuicultura abandone sus actuales prácticas destructivas y avance hacia la sostenibilidad. Según afirma Paloma Colmenarejo, responsable de la Campaña de Océanos de esta organización, la acuicultura no reduce la presión sobre las pesquerías porque se utilizan peces para la elaboración de harina y aceite de pescado para alimentar a muchas de las especies que se crían y engordan en las granjas. También producecontaminación química ya que a las jaulas y estanques de producción se añaden gran cantidad de productos químicos y de fármacos para controlar virus, bacterias, hongos y otros patógenos, poniendo en riesgo la biodiversidad cercana. Además, los desechos de nitrógeno y de fósforo procedentes de los excrementos pueden llegar a provocar un exceso de fitoplancton, con la consiguiente eutrofización (falta de oxígeno) y desequilibrar el ecosistema. Igualmente, se alerta de que el elevado número de mejillones que se cultivan, por ejemplo, en las costas gallegas filtran y consumen hasta el 80% de los nutrientes, dificultando la supervivencia de otras especies. Otro de los impactos ambientales es que favorece la invasión de especies foráneas. Los animales que se escapan (3 millones de salmones al año, por ejemplo) pueden poner en peligro la vida salvaje acuática, ya sea al desovar allí donde lo hacen las especies que viven en libertad y modificando su capital genético, o bien, en el caso de las especies exóticas, entrando en competencia con la fauna acuática autóctona. Colmenarejo denuncia que en algunos países se producen de derechos humanos ya que la ubicación de las granjas impide el acceso a las áreas costeras que, en muchos casos, son un territorio de uso común de las comunidades locales. Por último, la ubicación de las granjas en espacios costeros de alto valor ambiental provoca un deterioro irreversible de su riqueza natural, como en el caso de la destrucción de los manglares. Para paliar estos impactos, desde Greenpeace se pidecultivar las especies más bajas de la cadena trófica (herbívoros y omnívoros), en vez de los grandes depredadores, como se ya se hace en China, o investigar fórmulas alternativas para la cría de carnívoros con algas o bacterias, lo que propiciaría prácticas sostenibles. La producción europea procedente de la acuicultura supera los 1,5 millones de toneladas anuales y, aunque apenas representa el 5% del total mundial, está en cabeza en especies como mejillón, trucha, lubina, dorada, salmón y rodaballo, con un volumen de ventas de 3.000 millones de euros. Además, se ha convertido en un motor de desarrollo para numerosas regiones al proporcionar empleo a más de 60.000 personas. Sólo en Galicia, primer cultivador de mejillones y rodaballos de Europa, trabajan en el sector más de 13.000 personas. La producción española alcanza las 300.000 toneladas anuales (sólo superada por Noruega), lo que viene a representar que cerca del 25% de los peces, moluscos y crustáceos que se venden en las pescaderías han sido criados en granjas acuáticas, aunque no siempre se indica que sea ésta su procedencia. A las especies antes citadas se han empezado a incorporar, aunque de forma muy reducida, lenguado, abadejo y besugo. Además, hay 160 centros de investigación que trabajan en mejorar los procesos productivos y comercializar nuevas especies como el sargo (herbívoro) o la hurta, que crece rápidamente en cautividad, y están en fase experimental otras como salmonete, mero, pulpo, centolla y seriola, entre otros.

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