Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Los moritos echan las muelas

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VICTORIANO CRÉMER
León

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O POR MEJOR DECIR LOS DIENTES. Y cuando a un morenito del sur le duelen los dientes, como hacemos los blancos, blanquísimos, se dirige al dentista, que suele ser el técnico en la extracción de aquellas partes de la boca que duelen, cosa que solamente suele ocurrir cuando hablan los blancos o los negros. Porque existen seres de nuestra especie en que hay que pararles los pies y las palabras para que cesen de disparatar. (Como le sucedió al venezolano Chaves). Cuando al que suscribe le llamaron para ganar la guerra de los unos y de los otros, fue insertado en un batallón mixto formado por soldaditos valientes de León, de Burgos y de Busdongo, mezclados con moritos del África hermana, con sus chilabas y sus calzonazos para cumplir con su oficio de ganar la paz y el pan. Confieso en mis memorias que aquel tiempo que me correspondió caminar por las Españas con el fusilón, la manta y las municiones a la espalda, sufrí lo que suele ser inevitable en un soldado de a pie, iniciando la marcha militar y guerrera en Astorga, para terminar en los montes de Teruel, con el Albaicín al costadillo, y estos sufrimientos míos me concedieron como premio el dolor, la resistencia dolorosa diría mejor. Pero acabé ganando la guerra o contribuyendo a ello con santa paciencia. En la compañía en la que formaba parte, figuraba un morito pequeñazo, de ojos saltones y de greña de cabra montesa, pero amable conmigo, cuando no se veía en la obligación de robarme algo. Y terminado nuestro contubernio, en paz, el bereber salió pitando para sus arenales y yo, aunque con reparos, anclé mis naves en la tierra que aún piso. Me da la información mi corresponsal de turno, y la verdad es que me siento extraño o extraño lo que veo. Y es que un marroquí, de nombre Faisal el Matni, de 35 años de sol y de inmigración reciente, se sintió en la necesidad de hacer uso de los servicios que la generosa Sanidad española presta a todo bicho viviente, con un dolor de muelas o de dientes o de encías que le hacía bramar en el nombre de Alá. Y naturalmente, en lugar de atarse un hilo de seda al diente dolorido acudió al estomatólogo para que le ayudara en sus tribulaciones. Y el doctor, efectivamente, le atendió, le sacó el diente dolorido y le despidió afectuosamente. La operación llevada a cabo por el facultativo no debió ser de la total satisfacción del paciente o éste no estaba para que le cerrasen la boca después de operado, de modo que otro día, pasados los dolorosos de la post operación, se fue en busca del médico y le esperó a la puerta del edificio de la Seguridad Social, y así que vio a su médico de cabecera salir por la puerta principal se acercó a él y después de chapurrearle un discursito de entretenimiento, le dio una serie de pinchazos, se supone que con una navaja cabritera, que le dejó al galeno con la boca abierta clamando y llamando al marroquinense de todo, con recuerdos especiales a su familia, lo que motivó un mayor encono en la agresión. Esta vez el moro no escapó como cuando saltó de la patera y el tribunal le impuso al agresor una pena de seis años de cárcel, se supone que más costas. Como resultado de este hecho el público curioso indagó cuales pudieran haber sido los motivos por los cuales se produjo la exasperación del marroquí. Y la respuesta oficial dejó asombrado al personal, porque según el alto tribunal de la Audiencia Provincial de Gerona, la agresión bestial del inmigrante Faisal el Matni había reaccionado a lo bestia porque declaró el odontólogo que le trató le había hecho daño al tratarle en la extracción del diente dolorido. Todos o casi todos estamos de acuerdo en que es humano, obligado y misericordioso atender al prójimo aunque sea negrito o cobrizo y que si este se siente incómodo o dolorido por algo tan natural como que le saquen un diente, no debe pagar al médico con una puñalada tan gorda que le inhabilite para el ejercicio de su profesión, que es lo que le sucedió al doctor operador.

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