Lanvin tiñe de negro y oro blanco una delicada y audaz silueta a los pies de la parisina Torre Eiffel
Lanvin ofreció ayer una silueta delicada y audaz a la vez, en negro, azul y oro blanco, segura de triunfar en vestidos entallados hasta la rodilla y que abre un sinfín de posibilidades para la mujer deseosa de seguir el invierno próximo el Prêt-à-Porter de París. Presentado en la última jornada de colecciones, ya al atardecer, a los pies de la Torre Eiffel, el desfile de Albert Elbaz para Lanvin era uno de los más esperados de la semana. La gran expectación reinante hasta el momento mismo de su inicio no dejaba de sorprender, dado que una parte considerable del público asistía desde el pasado día 23, en la capital francesa, a la última e intensísima semana de pasarelas para el otoño-invierno 2008-2009, después de las de Nueva York, Londres, Madrid y Milán. De hecho, no todo el mundo llegó hasta el final; la efervescencia vivida en Lanvin, valor consolidado y en alza, tuvo entre sus ausentes a la directora de Vogue USA, Anna Vintour, celebérrima por su habilidad para hacer y deshacer carreras en el mundo de la moda y también por haber inspirado a Lauren Weisberger su filme sobre el mismo tema «Le Diable s'habille en Prada». Oficialmente, el horario de su vuelo de retorno hizo que los desfiles de firmas como Louis Vuitton y Collette Dinnigan comenzasen con sólo 15 y 17 minutos de retraso, respectivamente. Algo inaudito, pues al menos media hora es de rigor en París, cuando no mucho más. En cualquier caso, los alrededores de la Torre Eiffel, a cuyos pies Elbaz presentó sus diseños, se llenaron ayer de limusinas de lujo, junto a la carpa instalada a tal efecto al borde del Sena. Prêt-à-porter de alto nivel Todo ello indicaba que el prêt-à-porter que se iba a barajar en su interior era del más alto nivel, como demostró el artista con sus vestidos joya, bordados enteramente en oro y negro; sus boleros de piedras preciosas, en plata y azabache, o las suntuosas materias empleadas. Sin miedo a la piel, que a colegas suyos como Jean-Paul Gaultier le valieron muy duras críticas una temporada más, Lanvin recurrió al zorro, entero, cruzado sobre el torso o en la espalda, para adornar y proteger del frío a las portadoras de sus vestidos, a menudo construidos con pliegues superpuestos.