Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Yo soy la Resurrección y la Vida

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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Una de las frases más conocidas y paradigmáticas de Jesús. Una de las más comentadas y usadas. Ya san Ambrosio decía a propósito de esta frase: «Cristo lo es todo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es médico. Si la fiebre te abrasa, Él es la fuente de agua fresca. Si te oprime el peso de la culpa, Él es la justicia. Si necesitas ayuda, Él es la fuerza. Si temes la muerte, Él es la vida. Si deseas el cielo, Él es el camino. Si huyes de las tinieblas, Él es la luz. Si buscas comida, Él es el alimento. Buscad y ved cuán bueno es el Señor; dichoso el hombre que espera en Él». Tal vez lo más importante del relato evangélico no sea la afirmación de Jesús, sino la pregunta que hace a Marta y, por extensión, a todos los discípulos de todos los tiempos: «¿Crees esto?» La respuesta de Marta significa: yo confío en lo que dices, en lo que haces, aunque no lo entienda todo. El verdadero camino de la fe pasa, en primer y fundamental lugar, por la confianza en Jesús, a quien, con el don de Dios que es la fe, descubrimos y reconocemos como el Señor, el Mesías, el Hijo de Dios, el Enviado de Dios. Después de ese reconocimiento, lo lógico es que le demos a Jesús en nuestra vida el lugar de preeminencia que le corresponde. Como consecuencia lógica de todo ello, aceptamos lo que Él nos dice. ¿Quién no ha dicho alguna vez en su vida aquello de «me lo creo porque lo dices tú»? Aceptamos una afirmación que, en principio, no resulta muy creíble por la razón que sea, al tiempo que expresamos la confianza que esa persona nos merece, y ponemos dicha confianza como base para aceptar su afirmación. También es fácil que hayamos tenido la experiencia contraria: no aceptar una afirmación, por muy viable y creíble que sea, cuando el que nos la hace es alguien que no merece en absoluto nuestra confianza. No podemos olvidar que Jesús había mostrado su fiabilidad, su credibilidad, no en momentos espectaculares y grandiosos, sino en el trato diario con los hombres y las mujeres, en su actitud ante los pobres, enfermos, marginados, en su valor para desenmascarar las hipocresías religiosas, en su libertad ante todo y ante todos..., y, finalmente, Jesús mostró su total credibilidad en la Cruz, muriendo ajusticiado, asumiendo en sí el sinsentido de todas las injusticias, de todo el pecado y de todo el mal del mundo, para hacerlo fructificar en resurrección y vida. El final de la Cuaresma puede ser una ocasión excepcional para que revisemos nuestra fe; para que repasemos no tanto los contenidos de la fe como nuestra actitud; para revisar si nuestra fe es una más o menos pacífica aceptación de verdades, no siempre fáciles de asumir, o si nuestra fe empieza por una sincera y total confianza en Jesús...; y después, ¡lo que Él diga!

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