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BUSCA la mujer un trabajo por dejar de ser trabajadora... por cuenta propia, por la cara. Busca un afán con contrato para dejar de ser la peor de las esclavas, que serán siempre aquellas que se entregan libremente a la jamosta, uncidas al yugo, conyugadas. Busca la mujer un papel en la comedia de la vida, ese guión tan varón y tan de siempre que va y vuelve de la risa a la tragedia... o languidece entre aburrimientos y fatigas. Busca la mujer... ¿Qué es lo que más buscan las mujeres?, se pregunta desde siglos el varonato y se atormenta el destronado masculino en este tiempo de cambios, de avances lentos y de puñaladas rifadas en el fondo marginal de la escena. La pregunta ya se la hacían los socráticos hace dos mil quinientos años y los esquimales hace diez mil; eterna pregunta; respuesta nunca clara y cada vez más compleja. «Que me quieran y que me protejan», dijo de siempre la mujer en su desdicha; buen trato y seguridad. Con que les devuelvan al menos la mitad de lo que dan se conformarían aplaudiendo con un cantazo en los dientes. Hoy es día de insistir en ello. Se hacen gestos, ritos y proclamas solemnes para confirmar lo reivindicativo que cabe aún en esta jornada internacional que se fijó para conmemorar una masacre de currantas en un fabricón americano de patrón joputa e incendiario. El agravio laboral aún está pinado y grapado en el frontis de la vida real; cobra una mujer un veintiséis por ciento menos que un hombre haciendo el mismo trabajo (también entre hombres se da caso parecido al cobrar el que penca lo mismo que el incompetente o el vago enchufado). «Que me mimen y me cuiden»; al menos, un detalle. Con ese ruin detalle dicen que una mujer está dispuesta a absolver incluso el crimen. Tururú; pasó el tiempo de baratijas y bisutas. En el mundo del trabajo (tallado por hombres) hallará la mujer un sueldo propio y será su carta de emancipación, pero no encontrará tampoco aquí su desideratum de cariño y tutela; al contrario, lo laboral es también guerra sin amigos y codazo sin piedad. Y no por tener trabajo se librará del yugo doméstico, salvo condenando a otra mujer a que se lo haga. Pero tiene la mujer una ventaja para ser menos infeliz: su guerra es de conquista e ilusiona, pero la guerra del hombre es de defensa y se vuelve loco en el asedio.

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