Diario de León

El paisanaje

A perro flaco todo son pulgas

Publicado por
Antonio Núñez
León

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En los países serios, mayormente de cultura anglosajona y whisky, cuando se habla en las tabernas de política suele ironizarse con que hay enemigos, enemigos íntimos y compañeros de partido. El gallego Mariano Rajoy debe de ser de carajillo, como el celta Braveheart, que acabó como acabó. No pasaron ni dos horas de que le ganara Zapatero en las elecciones a que los suyos se le echaran encima, incluidos algunos periódicos y emisoras adictos. O bastantes. Dicen que desde la derecha quieren iniciar otra vez la reconquista del poder y tal y cual, pero a uno le da en la nariz que de lo que en realidad se trata es de echarlo a él. Huele que atufa cuando en la hoguera te dicen que cambies el leño de Acebes o Zaplana por el de Gallardón o Esperanza Aguirre. Los últimos han dicho que no, pero, metido en la piel de Mariano, servidor tendría muy en cuenta la conseja de nuestras abuelas del pueblo: «Hijo, en Madrid no te fíes de nadie, porque no es como aquí». Efectivamente no vea usted la cantidad de paisanos a los que le han robado la cartera nada más bajarse del Alsa. Y quien dice el Alsa dice las urnas, que vienen a ser lo mismo. Es problemática y nada fácil la situación de un gallego en la escalera cuando, a tenor de los últimos resultados electorales, ninguno sabe si sube o baja, ni siquiera él. En estos casos lo más probable es romperse la crisma por falta de barandas y barandillas en las que apoyarse. En los naufragios políticos no vale lo de «las mujeres y los niños, primero». Los primeros que abandonan el barco son las ratas, como bien saben los marineros veteranos y es raro que haya una orquesta amable como la del Titanic, así que no sé lo que será de la famosa niña de Rajoy. Si quiere sobrevivir en esta selva la educación para la ciudadanía le va a servir de bien poco, así que tendrá que agarrarse a algún tarugo de los que siempre flotan, tipo Gallardón. En cuanto a la provincia de León los cabezas de lista del PP parecían naúfragos recogidos de segunda mano en una patera de la UCD de hace treinta años. Un subsahariano de menos edad, por lo Eto'o, les habría dado más juego. Volviendo a Mariano, le da a uno en la nariz que los suyos son compañeros íntimos de partido. A un servidor, cuando militaba en política allá en los tiempos de la transición democrática, le adelantaron por la derecha y por la izquierda los moteros más inverosímiles, algunos de los cuales siguen todavía de alcaldes o diputados, así que ahora me limito filosóficamente a pensar que lo mejor es que atropellen a otro. Lo del PP está claro y es como el bonito juego de las sillas de baile francesas. Mucho Versalles y talente, pero, cada vez que se para la música, hay una silla menos para los danzantes, así que poco a poco quedan todos apeados. Mariano sería teóricamente el último, pero los demás pugnan por hacerse un sitio en el taburete -y lo mismo pasaba en el PSOE hace cuatro años y anteayer- porque fuera de la política no tienen más oficio ni beneficio. Salvo honrosas excepciones, calcule usted lo que ganaría el alcalde de su pueblo si no estuviera en el ayuntamiento. Se lo puede decir de mi parte. El penúltimo, de momento, que se ha quedado sin silla en el baile del PP es Zaplana, el cual ha dimitido antes de que le tocaran los platillos. De aquí a que se se acabe la música en el congreso de junio pueden ser espectaculares los pasos de jota por lo suelto -ojo a las zapatetas, según el maragato- y más de un pasodoble agarrao entre barones y baronesas del partido en parejas que no necesariamente tienen que ser de uno y una. Incluso tríos y camas redondas podrían darse, porque esta primavera va a haber mucho libertinaje entre los conservadores. Por lo que respecta a Madrid, Esperanza y Gallardón lo bailan en un ladrillo como no podía esperarse menos en el chotis, de pegados que están. Zapatero puede conseguir él solito lo que no lograron Felipe González y Alfonso Guerra en la transición, dicho sea ahora que tanto se habla de memoria histórica. Santiago Carrillo quedó de aquella para el arrastre y acabó subiéndose al bote salvavidas del PSOE que él llamaba la «casa común de la izquierda». A Gaspar Llamazares hoy no le queda ni el portal. En tocante al PP, como a la UCD y la Alianza Popular de aquellos tiempos, la táctica contra Adolfo Suárez y Fraga fue la del divide y vencerás, si es posible reduciendo al enemigo a menudillos. La UCD parecía carne picada de tantas sensibilidades internas como les adolecían entonces. Luego llegó Tejero un 23-F y casi corta por lo sano. Desaparecida la UCD, González nombró pomposamente a Fraga «jefe de la oposición», lo que a uno, recién salido entonces de la mili, le sonaba a poco más que cabo furriel. Hay que ver cómo pasan el tiempo y las mareas.

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