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SUENA genial la palabra colifato. Por aquí no dice nada. Es argentina, hija del palabrario mestizo italoespañol que acunaron las calles bonaerenses con los aluviones de inmigrantes que vomitaba la Europa del hambre o del negocio oportunista. Es el palabreo de rica jerga que compone el «lunfardo», la lengua callejera y críptica del ladrón, estafador y cuentero, que eso significa lunfardo, al que también se llamó caló porteño. Y colifato significa algo muy tierno: loco querible... porque hay locos tremendos, monstruos algunos, pero existen muchos locos buenos, dementes de paz ingenua con la crudeza inocente en los labios, locos amables que parecen tocados de gracias divinas (algunas religiones antiguas creen que Dios hablaba por boca de epilépticos y locos)... Así que colifato suena bien: Eres un colifato, ché, amigo loco, parecés un bendito... Fato (y fado) viene del latín fatum, que es hado, destino. Y fat es raíz indoeuropea que significa hablar, razón por la que por aquí se llama fato al que dice pamplinadas o inconveniencias. Se llama fata a una mujer cuando es elemental y atrevida a la vez. También se le dice a la tonta con agravantes. Pues bien, si pusiéramos a rodar por el hablar leonés la palabra colifato que tanto me gusta, no tardaría mucho en convertirse en «culifato», que por ahí derrotan nuestras fonéticas. Y por lo mismo, «culifata», ahí la tienes, baílala. Adelantándome a las vísperas, doy aquí por inventada esta palabra que aquí no sugiere lo de «loco o loca querible», sino cosa más precisa. Colifata entre nosotros sólo puede significar fata del culo, como tontolculo o tonta del culo. Pero culifata es más poético, ¡dónde vas a comparar!... y pueden decirlo todas las beatas sin que tengan que confesarse después. Así que culifato es el que habla a lo bobo o con el culo y comprobarás que estás en un criadero de ellos. Lo mejor del caso es que se lo llamas a alguien y no necesariamente ha de ofenderse. Ahora bien, si le dices abiertamente a una mujer de aquí o de las asturianías «fata», rebótase; es como llamarla payasa, que ya es lo peor de lo peor (lo de radio «La Culifata» le viene al pelo a más de una emisora). Pues hala, a estrenar entonces la palabreja y a ponerle nombre propio o apellido en la total seguridad de que ya te ha venido una docena a la cabeza.