Diario de León

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EL CLIMA estará loco, pero el Cielo le está copiando. Llueve cuando no debe y llora la piedad fenomenal con su piadosa corte que procesiona o mira, llora el de la santa tasca y lloran los poetas místicos si las nubes meonas caen sobre el misterio obligando a guarecerse a pasos, nazarenos y peatones. Se chafa la ilusión de un año de esfuerzos, costuras, impaciencias y tamborradas. No se lucirán galas ni el trapío de ropón, terciopelos, rostros velados, andas rebrilladas, un cardenal en cada hombro de cofrade pujador, tallas, bandas de geometría militar, más tallas, tararíes y tururuses , que así llaman en Palencia a los nazarenos por ser muy corneteros ellos, y de ello nos reímos aquí, ya ves, llamando a los nuestros papones, nombre que sugiere susto o papo, pues en ambos significados coloca la autoridad académica el origen del mote, ya que papón es el diablejo horroroso del mito astur que mete miedos y de papo comía el cofrade cuando asistía a procesiones al corresponderle por estatutos una bolla preñada, escabeche con cuartillo de vino... o dos realines por acudir a vísperas. Si llueve se va al cuerno el despliegue, las multitudes, el alarde penitencial o los seiscientos euros que cuesta una habitación con balcón a la Plaza Mayor para ver bailar los tronos que antes llamaban pasos. Si llueve se encierra la catequesis barroca de imágenes que conmueven al mujerío severo y a las despendoladas que aplauden el paso del novio encucuruchado... se suspenden las ganas, se agrisa todo y no pocos se largan buscando soles. ¡¿Pero por qué llueve preciamente ahora?!, clama maldiciendo un abad a ese Cielo loco como el clima que tira piedras contra su tejado abandonando a los suyos y a su tantísima fe ostentada por las calles a tararí tendido... Pero llueve. No hay derecho. Lloran y lloran nubes y cofrades. Pero tendrá sus razones el Cielo. Hubo conflicto de intereses; seguro. Rezaron mucho los papones, pero no menos los labradores en el patíbulo de la sequía. ¿Quién rezó mejor de los dos, quién conmovió más?... Ahí debe estar la respuesta. Lo probable es que se hayan confundido los funcionarios celestiales: viendo tal atasco de ruegos allá arriba y tanta procesión aquí abajo, las tomaron por rogativas y dijo san Pedro «empiecen las nubes por donde vayan velas y clamores». Todo un detalle. Atontado santo, pero detallista.

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