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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SE ESTÁ ACABANDO LA PARTIDA, ya no va más. Y todo cuanto se nos proyecte así que transcurra el tiempo destinado al respeto de la voluntad popular ante las urnas, se convertirá en materia legal, en modo de vida, en instrucciones para el entendimiento. Seremos, así que se pasen los tiempos dramáticos de las elecciones, nada menos que ciudadanos, todo lo libres que nos es permitido por la Constitución y las buenas costumbres y todo el esfuerzo al cual podemos y debemos entregarnos es el de vivir. «Si puede ser honradamente», que le aconsejaba a su hijo el padrecito centroeuropeo, para vivir, como sea o como se nos imponga. A lo que estamos llamados y condenados es a la obediencia debida, a la serena disciplina y al respeto de los derechos del prójimo, lo mismo al menos que deseamos ser respetados nosotros. Hemos dejado pasar, sin demasiado dramatismo el tiempo dorado de las elecciones persuadidos de que a partir de esta experiencia, algo cuando menos va a cambiar. Nunca se sabe si para bien o solamente como movimiento gimnástico para disponer del espíritu de empresa que vamos a necesitar si queremos superar las dificultades derivadas de la aventura política que acabamos de recorrer o, si se quiere, que nos disponemos a completar, ya con gobiernos absolutamente construidos y dispuestos a demostrar que sus discursos contenían en esencia el fundamento de vida al que debemos atenernos. Se acabó lo que se daba y los vientos propicios o contrarios convirtieron nuestras ideas y principios en materia de vida utilitaria. Sin las diez de últimas de esta partida de cartas marcadas que hemos jugado y no nos queda más que esperar de la providencia, que tantísima trampa como se ha cometido durante el transcurso de la partida, no se prolongue y lo que aspirábamos a convertir sin norma civil y pacífica de vida se trueque en manipulación para seguir ganando las cuarenta y las diez de últimas. Sobre todo éstas, que son las que determinan cual va a ser posiblemente el ritmo, el estilo, el talante, el espíritu que habrá de determinar la línea fundamental de nuestra vida. El que avisa no es traidor y por esta razón nos vemos obligados a desvelar el misterio de la política que se nos anuncia y de la cual, solamente los puros de corazón esperan y se sospecha que pueden obtener beneficios y la porción de felicidad que nos está asignada. Seguirá ¡ay! La pertinaz sequía, y el precio de los panes y de los peces. Y se llevarán el santo y la limosna los mismos que fueron diestros manipuladores de nuestras pobredades. Seguiremos siendo pobres entonces, pero honrados. Y sobre nuestras propias sombras rendidos esperaremos que se anuncie la novísima tanda electoral para la renovación de nuestra biografía. Y habremos votado a los mismos y lamentaremos no haber escuchado la voz del ángel que nos avisaba. Ramón J. Sender, arcángel de muchos de nuestros extravíos, se adelantó para recomendarnos: «En la fuente misma del goce voluptuoso o material, hay algo dañino como en algunas flores fragantes hay veneno». Pero no importa. El caso es seguir, seguir, seguir.