CRÉMER CONTRA CRÉMER
Semana de Pasión
Y TODO FUE LLANTO y rechinar de dientes. Las tracas parroquiales dejaron escapar lamentos roncos, como si las maderas y el metal de las campanas se dispusieran a rendir cuentas por los muchos errores cometidos durante el tiempo electoral. Y el buen pueblo, sigue sin enterarse de la verdad del caso. Ni del por qué Pilatos se lavó las manos para sentirse libre de culpas ni cuales pudieron ser los motivos por los cuales aquel hombre eximio y victorioso que dejaba aromas de victoria al paso, de pronto, o no tan de pronto, abandonó el Paraíso y se resignó a cumplir sus penitencias en el limbo de los tontos engreídos. Lo habíamos repetido decenas de veces a lo largo y a lo alto de los distintos tiempos de reflexión que nos fueron concedidos, pero los señalados, los distinguidos por los designios de la fortuna apenas si prestaron atención al evento. Y aquellos que fueran destacados con la victoria, sin merecerla o poco menos, se sintieron arrinconados y sometidos a la terrible señal del silencio y de la destrucción. ¡Ay de aquellos hombres que se sintieron regidores de la voluntad divina y apelaron a los dioses para justificar el disfrute de tantísimas prebendas como le fueron otorgadas! Derrotados sin apelación, porque los periódicos pobres no tienen resonancia, se vieron obligados a aceptar el cargo piadoso del cual poder disfrutar de los inagotables presupuestos. Fue la última semana la de Pasión. Y todos, de una forma o de otra nos hemos sentido víctimas de nuestras propias torpezas. Y otros vendrán, otros habrán ya venido, que buenos o menos buenos harán a los fugitivos. Aquí fue Troya. Aquí mi infortunio que no mi cobardía dieron con el fin de mis glorias. El ex se siente alejado, olvidado, perdido para la aventura que acaba de ternminar, cuando han sonado las matracas de la Pasión y los caminos peregrinos de la nación se cubrieron de vehículos ocupados por los apasionados viajeros hacia ningún sitio, ignorando que la muerte nos está esperando a la vuelta de cualquier trocha traidora. Más de quince millones de coches, cargados de carne humana estremecida han rodado obstinadamente hacia las rutas de la Semana Santa, hacia el supremo purgatorio de nuestros pecados. Pero esta vez menos de cien muertos han jalonado la ruta. Todos los años, así que es llegada la fecha, se produce el fin de la vida de decenas de viajeros hacia nunca se sabe dónde. Y nosotros, los supervivientes, nos apresuramos a anotar en nuestro cuaderno el número de muertos y el cúmulo de chatarras desdichadas sembradas en la carretera para aviso de caminantes. Y superada la fecha, y enterrados los muertos, al cabo de un tiempo corto volverá a repetirse la trágica avalancha de fugitivos de sí mismos hacia nunca se sabe dónde. «Porque nuestros días son lo que queda después de haber contado y negado todos los dioses». (De "La Base Atómica").