Diario de León

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ENCHUFAS cualquier telediario, sale el seriote presentador con su batería de noticias del día -disparando titulares, se dice-, le echa tensión a la cosa para fijar audiencia, pero llega el punto en que pone cara aún más circunspecta y advierte a la audiencia para que sujete el espanto pues veremos unas imágenes canallas y vergonzantes que algún tarado del culo grabó son su móvil y colgó después en ese gigantesco dacibao chino que es Internet. Vale. Mete un trozo de avance, aperitivo va. Cuando le llega el turno a la noticia, mete la grabación entera. Vale. El presentador se escandaliza del contenido salvaje de lo allí visto. Le echa moralina, insiste en lo aberrante, condena la cosa, ¡pero la pone!... Vale. En el resumen final de esos teleredobles informativos repiten de nuevo un flash de esa sangre, esa paliza, esa gratuíta broma, ese cacharrazo... Vale... Es como un ¿no querías lentejas?... Conclusión: en las esquinas nobles de esta profesión también hay periodistas cretinos cum laude, tontos del haba y un buen cupo de inflapollas. Enseñados a buscar más la sensación que la miga, acaban adorando lo sensacional y encantados con el sensacionalismo, la cosa amarilla, el pasto... o sea, la pasta. Esa grabación en la que unos adolescentes apalean a un mendigo o a un compañero de patio, en la que unos hinchas descalabran al odiado rival y le desuellan la cara, en la que se retan dos pedorros a saltar entre las vías del metro... esa grabación que fue pensada para pillar un cachito de efímera popularidad en el cosmos de la Red de Redes se convierte, gracias al inestimable apoyo de los telediarios, en un impacto social que jamás habría logrado por sí sola en el ruidoso bazar de Internet, en las atascadas autopistas de la información. Con la disculpa de escandalizarse y condenar estas grabaciones, también las cuelgan, exprimen su tirón, sacan su tajadita y sientan precedente. Si el contenido del telediario se desinfla, le ordenan al becario que ordeñe en el «youtube» lo más chusco o truculento. El resto de programas ya tiene doble disculpa: «según dijo el telediario»... Todos se copian a todos y ese vídeo alcanzará cotas de atención que jamás soñó y nunca merece. Su autor aplaude con las orejas. Se alienta la moda. Los imitadores se disponen a emular: hagamos una bestiada y nos colgamos una telemedalla de puta metralla.

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