CRÉMER CONTRA CRÉMER
Después de lo de Jesús y lo de Barrabás
EL INTERLOCUTOR ES ALGO HEREJE y cuando le planteo el contenido del sorteo sagrado más conmovedor de la historia, por si Pilatos debía liberar a Jesús de Nazaret o a Barrabás el mal nacido, tuvo, como bien se conoce por los libros y las predicaciones de los pregoneros de la Pasión, un final sorprendente: El pueblo judío, o sea, el pueblo prefería librar de la sentencia fatal a Barrabás y permitir que el inocente Jesús fuera condenado, a fin de satisfacer los malos instintos de los fariseos, dicho sea a título de apelación literaria. Y así se hizo. Barrabás fue indultado y Jesús clavado en una cruz, escarnecido. Y el mundo, como se puede comprobar, siguió andando. De manera tan inasequible al dolorido sentir, que parece como estado sentimental lógico en una sociedad dispuesta a salvar a la humanidad que se hubiera transformado en estado natural de la naturaleza humana; Los hombres siguen muriendo, siguen matando, siguen prefiriendo a Barrabás el malhechor al Hijo del hombre, llegado a esta tierra de pasión para salvar al ser humano de sus propias culpas. O sea, cuando me disponía a salir a la calle para formar parte de la multitud festera, me encontré con que la vida y la muerte seguían teniendo el mismo acento, el mismo color, el mismo sentido bárbaro que en los tiempos milagrosos de Herodes y los niños santos inocentes. Y a través de los medios de comunicación nos enteramos de que en determinados lugares de la costa mediterránea, los hombres siguen crucificando a la mujer y un muchacho que todavía no ha renunciado al calor del hogar, se sienta de improviso enamorado. Y entiende el amor de forma tan absoluta que cuando se acerca a la muchacha objeto supremo de la función del ser humano, le plantea el problema, -todo estado de obsesión sentimental es un problema- como una disyuntiva de vida o muerte. Y acosa a la chica como si se tratara de una pieza de caza: escopeta al brazo y la sentencia a voces: "¡o mía o de nadie!. Y descerraja al escopetón y resuelve el pleito con la muerte. En otro lugar de la misma escenografía ibérica, un policía abandonado de juicio, abate a la compañera sin otra justificación que la de la tentación homicida del Barrabás que todos llevamos dentro. Y en las martirizadas tierras de Oriente, en el cerco de los ayatolah iracundos e insaciables, gentes desconocidas acorralan a un arzobispo caldeo y acaban con él, sepultándole y así en un ligar y en otro, sin descansar, las gentes hacen acopio de fervores y siguen matando. En León, que es tierra de oscuros rencores, a falta de víctimas tradicionales, resucitamos las fieras costumbres de matar judíos, al mismo tiempo que se juegan las vestiduras del inocente inmolado en la cruz¿ Ha sido la Semana Santa, tiempo de penitencia y de martirio. Salieron de sus sagrarios las imágenes de penitencia y de martirio. Salieron de sus sagrarios las imágenes de madres con sus hijos asesinados sobre el regazo. La muerte pasó llorando con un millón de ratas grises que dejó dicho Lorca para su muerte.