Diario de León

EL AULLIDO

¿Por qué la materia prima que exporta León es talento?

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LUIS ARTIGUE
León

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SALVADOR GUTIÉRREZ Ordóñez, intelectual sutil y muy humano, encarna el refinamiento de la erudición; José María Merino, dueño del sagrado secreto de saber sorprender, escritor cuerdo con ocurrencias de loco, asume por y para nosotros las responsabilidades de la imaginación. Y ambos, uno desde hace poco y el otro desde ayer mismo, forman parte de ese prestigioso y brillante museo de cera ardiente que es la Real Academia Española de la Lengua. Son otros dos héroes homéricos que León manda al Olimpo de Madrid. Otros dos excelentes motivos para que nos enorgullezcamos como pueblo. ¿Por qué será que a nuestros ciudadanos más sobresalientes León se les queda pequeño? ¿Hay que alejarse de León para estar más cerca? ¿Por qué la principal materia prima que León exporta es el talento? Sí, José María Merino es la imaginación y Salvador Gutiérrez Ordóñez la erudición, y de esos dos componentes está hecha esa conferencia episcopal de las letras. León es tierra generosa tal vez porque no le queda más remedio. Pero lo es. Y exportar erudición e imaginación equivale a regalar motivos duraderos para amar la vida. Exportamos lucidez. Exportamos hondura, y así Madrid y España entera se enriquecen pero, mientras celebramos el reconocimiento y el éxito de nuestros grandes hombres, no podemos obviar una pregunta que también nos hicimos ya entonces, día señalado, cuando el PSOE leonés exportó también oro en forma de hombre político a la villa y corte de Madrid. Tanta generosidad leonesa genera una pregunta inquietante. Es ésta: ¿y además de exportar talento no podría León quedarse con un poco para sí, que falta hace? Así las cosas, nos gustaría poder decir que José María Merino y toda su generación de escritores afincados en la capital de España se fueron porque a León le sobraba talento, pero no es cierto. León exporta grandes hombres precisamente porque nos quedan grandes, y porque sólo los llegamos a apreciar en su exacta magnitud cuando son valorados desde fuera. Por eso, ahora y para siempre, nos alegramos del éxito de José María Merino, como celebramos el de Luis Mateo Díez, Julio Llamazares y toda su generación. Además sentimos ese éxito como algo propio que nos cura desagravios y nos resarce de afrentas, claro, pero no podemos evitar sentir debilidad por la trayectoria de Salvador Gutiérrez Ordóñez pues se trata de un peso pesado de la cultura que, como Antonio Gamoneda, ha decidido quedarse aquí. Hijo adoptivo del que nos apropiamos con cariño, Salvador ha construido su imperio moral e intelectual desde León, y por eso, mientras iba creciendo, nos salpicaba de grandeza y nos iluminaba¿ Nos enorgullecemos, por supuesto, del éxito de todos los escritores leoneses pero no podemos evitar sentir como un privilegio el hecho de que Salvador Gutiérrez Ordóñez, como Antonio Gamoneda, como Victoriano Crémer, como Pedro Trapiello, vivan aquí y creen desde aquí. Salvador Gutiérrez Ordóñez encarna en muchos sentidos la cercanía¿ Pero, ya que la realidad está llena de recovecos fantásticos como muestra Días Imaginarios, no resulta menos cierto que José María Merino sigue aquí, que vive aquí aunque no lo parezca, que escribe en nuestros bares, en los bancos de nuestros parques, en nuestras plazas, en nuestras esquinas.... Aunque ha transitado por casi todos los géneros literarios él es el primer escritor de cuentos propiamente dicho que ingresa en ese parnaso acartonado llamado Real Academia, y sus cuentos, bien leídos, no se pueden entender a cabalidad sin el dato del origen leonés del autor. Ellos son la imaginación y la erudición. Son nuestro orgullo, pero, pensemos¿ ¿León exporta talento por generosidad o porque no lo sabe apreciar hasta que es evidente?

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