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LITURGIA DOMINICAL

Yo soy el camino, la verdad y la vida

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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JESÚS se presenta como el camino hacia el Padre. El salmo 43 afirma que sólo la luz y la verdad conducen al lugar donde reside Dios. Jesús es la luz y la verdad que nos guía. Por eso, Jesús recuerda a Tomás, y a todos, que hagamos nuestra su pregunta: si creemos que él es la Verdad y la Vida, seguro que hallaremos en él el camino que lleva al Padre, a quien él retorna y donde ya está. Jesús se presenta tan Dios como su Padre. Es aquí Felipe quien nos ayuda a plantearnos la relación entre Jesús y el Padre. Jesús es Dios hecho hombre, su humanidad es el camino, la puerta hacia el Padre. Sólo seremos como Dios si nos unimos a Jesús por la fe, que es amor. En efecto: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Hemos de creer que Jesús está en el Padre y el Padre en él. La fe es clave para poderlo percibir, vislumbrar o entrever. Jesús satisface nuestra búsqueda de Dios, nuestra sed de Dios. Si buscamos a Dios, miremos a Jesús. La búsqueda de Dios es la búsqueda de todo creyente. La Iglesia y cada uno de los cristianos deben saberlo: nadie puede llegar al Padre sin pasar por el Hijo. Para Cristo, al responder a la petición de Felipe, «Muéstranos el Padre», es el momento de recalcar con una frase su unidad con el Padre: él está en el Padre y el Padre está en él. La fe en esta realidad es indispensable, y si se quiere realizar grandes obras, es necesario creer en la persona de Cristo. Toda la actividad de la Iglesia sería infructuosa si no se creyera de manera absoluta en la persona de Cristo y en su unión íntima con el Padre. Durante su vida, Cristo quiso dar con sus obras la señal de esta unidad entre él y su Padre. Y Jesús anuncia ya su marcha. En el momento en que va a dejar en la tierra a sus discípulos, se preocupa por la hondura y el objeto exacto de su fe. Porque es tan fundamental esa actitud para la joven Iglesia, que condiciona su propia existencia. Cristo es verdaderamente el instrumento del encuentro con Dios, y en este sentido, la Iglesia ha de ser continuadora de Cristo e indicadora del camino para llegar al Padre. No estaría de más traer a nuestra memoria la imagen del poeta francés, Péguy, en la que describe la fe como un padre, el amor como una madre y la esperanza como un hijo. Pequeño y débil camina el hijo entre padre y madre: se agarra fuertemente de sus manos o va a veces también dando algún salto por delante de ellos. Por amor a la «esperanza», que es su retoño, recorren ellos su camino sin dudar. ¡Qué sería de ellos sin ese hijo, sin esa «esperanza»! Tomás afirma no conocer el camino que Jesús recorre por delante de ellos. Y Felipe aún dice más: quisiera que cayese el velo que le obliga a «creer» y, así, poder «ver» ya un poco al Padre. Sin embargo, Jesús replica a este discípulo: «Tú quieres ya algo que todavía no se te puede dar, porque no has hecho tuyo aún lo que se te está ofreciendo. Naturalmente nada es más maravilloso que ver al Padre. Pero primero hay que tener en cuenta que sólo ve al Padre quien me ve a mí». El verdadero Dios ha querido revelarse plenamente y en definitiva de una sola forma, que es por medio de su Hijo enviado.