Diario de León

EL AULLIDO

La pasión según Vázquez Mourelo o la pintura como educación sentimental

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LUIS ARTIGUE
León

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LO CONFIESO, a mí me gustaría ser pintor. De hecho me gustaría mucho poder pintar uno de esos cuadros que un día me llevaron a la pintura, sí, uno de esos logros artísticos que nunca me dejarían apartarme definitivamente de lo que soy de verdad. Así ahora mismo daría un brazo por haber pintado uno de esos palpitantes cuadros primigenios para poder reunirlos en una pequeña exposición, y daría el otro por tener a alguien a quien mirar a los ojos en medio de un escalofrío íntimo, interconectado, antes de decir en público: mira, lo he conseguido, yo estoy en esta exposición y ella está en mí; son los cuadros que quiero que mires con orgullo imperial cuando ambos seamos viejos... Al menos, aunque no soy pintor, he sentido todo eso al visitar la recién inaugurada exposición de cuadros de amor titulada La Camisa Americana, del emocionante artista leonés afincado en la Universidad de Salamanca Fernando Vázquez Mourelo (Galería Ármaga). Se trata de obras de mediano formato con gran carga simbólica heredera de El Bosco, el surrealismo francés y el Pop Art americano incorporando además volumen y materiales integrados en los cuadros, cuando no pasan a ser éstos cajas cuadroescultóricas o escultopinturas -al modo de Archipenko- que contienen y nos muestran la simbología privada, icónica, única, de una historia que podría ser todas: de hecho son cajas que contienen resúmenes de lo vivido; momentos dotados de eternidad. Pero lo más impactante de este pintor -un pintor con oficio y raza en cuyos fondos empastados no se ve sólo dominio sino más también virtuosismo- es la combinación de la figuración onírica y los momentos abstractos haciendo de cada obra un elogio de la Historia del Arte y un canto al eclepticismo, a la mezcla, a la fusión, al amor al fin y al cabo como base nutriente de la creatividad y del espíritu humano. De hecho cada cuadro de esta exposición es como un sueño: no hay lógica pero sí mucha verdad. Así, al mirar con detenimiento la pieza titulada Estrategia Naval, les recomiendo que, si se atreven, se abandonen al imperio de la imaginación sin intentar ordenar el caos pues esta vez el caos tiene sentido y por eso ese hermoso cuadro es algo que no podrán entender, ni olvidar. Igualmente, por poner sólo otro ejemplo, miren si de atreven ese elogio de la adversidad superable titulado Tsunami, y no piensen, como inicialmente puede parecer, que ese cuadro es una pantalla: no, es una ventana. Ábranla. Entren. Atrévanse a vivir en el torbellino descubriendo así que el amor es el único riesgo que siempre merece la pena ser corrido por mal que termine, pues las grandes putadas son lo bueno de la vida cuando existe la palabra después. Vivan pues unos minutos dentro de ese poema visual y regresen sabiendo que sí, que todos necesitamos una mitología y una simbología, que necesitamos el arte, que ahora que ha quedado claro que la televisión es el lado pobre del silencio necesitamos la pintura para que la televisión no nos cope el conjunto de nuestras imágenes mentales. Por eso, como les digo, atrévanse a volar entre los seres pululantes de esta exposición, a vivir en las escenas como de ciencia ficción y en los momentos góticos, cuadros como una camisa de lunares que huele a ser amado, versos de Whalt Whitman, mujeres hombre, cuchillos como del Lorca gitano, cuadros abstractos con besos de color carmín, dedicación, ternura¿ Cuando hace viento las cosas empiezan a volar. Por eso ahora escribo este poema sin dejar de pensar que las palabras se las lleva el viento¿ A mí me hubiera gustado ser pintor para tener una forma eterna de decirte te quiero.

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