Diario de León

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TIRA treintaitantos años atrás. No salgas de esta ciudad. Franco vive, o sea, va muriendo. La sociedad cazurrona sigue siendo levítica, sosa y compuesta, pero se ven algunos pelos largos, trece yeyés, minifaldas con reparos y los típicos tres pijos de papá que usan guantes para conducir y no se los quitan hasta que se piden un wisky... on the rocks. Los que quieren ir de modernos ensayan modas lejanas en el hippismo o en las películas de arte y ensayo, porque las españoladas con mucha laca y bikinis ortopédicos sólo entusiasmaban a las chachas, a los chachos y a un Almodóvar que después las copiaría ad pedem literae hasta en los estampados de su papel pintado. Las «modelnas» ciñen hasta en la calora faldita plisada y botas altas, blancas también, con taconazo al talón y plataforma exagerá o pantalón de tolón y campana con colores que hacen ruido... tal como hoy, idéntica moda. Tiene la ciudad sus modernos también, sus avanzados en progresías o contestaciones (y hasta una misa de juventud en los capuchinos); suele ser gente con avidez de libro, debatida, rebotada o apalancada en la conjura de barra y sottovoce. Tiene León, pues, su izquierdina, por lo mismo que ostenta una derechona que se hincha, apabulla y controla. Además de pelos largos, el progre llevará barba, pobladita más bien, desde el estilo Bakunin al del Chris Kristofferson, pero mandando la semibarba tipo Che. Y ellas, liberadas, sin sostén bajo el jersey igualitario, proletario y protestatario (qué bien; además el catecismo rogelio ordenaba el amor libre; y los tíos, a pillar, pues a eso se iba... con muy desigual fortuna). Si era de pijos ser de los Beatles, lo porgre era lo rollingstone , piedra rodante que no cria musgo (hoy es tan parecida la cosa, que el rojerío de instituto emula la misma estética, aunque añadiendo pañolón palestino al cuello y ropas calculadamente astrosas o indolentes, misma moda o sustancia, es decir, los hijos no obedecen, imitan ). En la ciudad no hay homosexuales, porque sólo se les dice maricones; o por ofender más, si cabe, bujarrones. Y yo me he liado tanto en el introito, que ya no me quedan líneas para hablarte de aquello a lo que vine, de un avanzado de la época, de alguien con muchos redaños para no esconder entonces su opción y condición. Mi respeto por él es enorme. Mañana sigo.

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