CRÉMER CONTRA CRÉMER
León no gana para guerras
León o sea nuestro pueblo, fue siempre lugar comedido, pundonoroso, pacífico y sentimental, como el Marqués de Bradomín, pero nunca se sabe por qué accidentes o revoluciones sanguíneas de sus gentes más destacadas, de vez en cuando se encuentra en el epicentro de alguna guerra. Fue la de los romanos y cartagineses, y los griegos y fenicios, con Indivil y Mandonio, sin que faltara a la lista el invencible Gran Capitán. Digo más, y es que cuando en León no se fragua ninguna guerra, real, no faltan inventores que montan una guerra para su brillantez personal o para su beneficio, también personal. Así cuando la guerra de los Comuneros, y esta que mantenemos de los partidos, saltándonos la muy lamentable y dolorosa de los unos contra los otros, en la que intervenían moros y cristianos. La guerra que sostienen los activistas políticos de la Unión del Pueblo Leonés, señores Joaquín Otero, Héctor Castresana y Luis Herrero Rubinat, que se la conoce como la de los Tres Mosqueteros, va para largo. Comenzó con el Fundador, señor De Francisco, el cual consiguió reunir a un numeroso grupo de apasionados por la independencia política, cultural, económica y religiosa de la romana Legio Gémina Félix, con cuyas fuerzas pensó conquistar el territorio que solía atender exclusivamente a las órdenes emanadas de socialistas y populares, pero que se quedó en la mitad de la jornada, cuando la hueste que había formado, con sudores comenzaba a dar señales de cansancio y surgieron los asaltos habituales que suelen crearse en la clandestinidad para asaltar los cargos y ocuparon los puestos clave nuevos aficionados a la guerra¿ Y aquí fue entonces la aparición y dominio de los Otero, los Castresana y los Rubinat. Estos inventaron una estrategia que debiera funcionar con seguridad y provecho; pero en ello estaban los del triciclo, cuando se declara la guerra de los cargos y la comisión permanente de la cosa política cayó en poder de Melchor Moreno y de Javier Chamorro, los tales y cuales encabezaron la llamada Sublevación de los Geráneos o de los Jardines. Y aunque la sangre no corrió por las calles, en la calle quedaron malheridos los capitanes que dieran al traste con los tres mosqueteros. Y se declararon la guerra los unos a los otros y los otros a los unos, sin que por ello decayeran los ánimos batalladores de los médicos con su guerra contra los pacientes de la Seguridad Social; ni los jueces, con sus avances contra los invasores de la propiedad privada y la pelea de los pueblos¿ León, que ya decimos y repetimos que es pueblo pacífico y amigo de la caza, está en guerra total y no falta más que los agricultores de la leche y de la espiga, se echen a la calle para que les sea permitido elevar sus índices gananciales¿ Y como sucede en todas las guerras, en esta nuestra acabarán con los poetas para que los grandes capitanes vivan y prosperen. Como diría y dijo Berlanga, lo que importa no es la guerra del hombre contra el hombre, sino la del hombre contra sí mismo. ¡Coña, qué país!