Ganar y perder

ASÍ ES LA VIDA, FEDERICO. Se gana o se pierde. Y suele ocurrir que para que ganen los unos tienen que perder los otros. Y así una vez y repetidas veces. Ante este determinismo de la propia naturaleza, de nada vale renegar de nuestra mala suerte o elevar la réplica a las alturas, sean éstas las de un palco en cualquiera de los stadiums de nuestra concurrencia o la afanosa tarea de ganarle al rival mediante la táctica y la estrategia. Que así se ganan las naciones y se hacen fortunas, como lo mismo se pierde la señal y se acaba en el precipicio de la derrota. León, es tierra que históricamente ha estado siempre prendida de estos avatares. Y gana y pierde de continuo¿ Claro es que se lamenta y hasta pone el grito en el cielo, pero en vano. Porque ganar o perder no es siempre cosa del actor, del jugador, del político, del protagonista. A veces se pierde por exceso de confianza, por mal medidos pasos o por falta de medios para hacer frente al evento adverso. La ciudad tiene en esta hora de los balances, resultados que no consigue dominar: La Cultural, club deportivo que no acaba de salir de la mediocridad y parece estar condenado a la derrota, y la aventura del cuestionamiento de los derechos públicos entre el claustro de San Isidoro, donde el Cabildo le discute derechos de posesión y de dominio al Ayuntamiento, por si el milagro ocurrido en el año 1158 debe entenderse, traducirse e interpretarse como generosa oferta voluntaria por parte del municipio o como tributo obligado que se le debe al santo por su intercesión. Y claro, al final de la contienda dialéctica, se alcanza la conclusión pacifista de que las cosas queden como están y que de los unos y de los otros debe ser el reino de los cielos. Se despiden los comisionados con gentiles demostraciones de buena educación, pero si lo que se discute es el derecho a la posesión de algo, ese «algo» queda en poder del Cabildo¿ Y lo mismo suele suceder en política: Tanto los unos como los otros ordenan sus actores principales y registran la letra del sainete, y durante tiempo y tiempo, mediante dineros y dineros que ninguno de los contendientes tiene, pero que el pueblo otorga, se fragua la disputa o pelea, para que la refriega acabe como casi siempre en que ganen los buenos, que ya lo dijo el refranero: «Y vinieron los morenos/ y les molieron a palos,/ que Dios ayuda a los buenos/ cuando son más que los malos»¿ Jugar y pelear es la consigna para los políticos, para los miembros del Cabildo y para el pelotón. Y unos ganan y otros pierden. Y cabría solicitar que los gananciosos fueran benéficos, pero no. El ganador se queda con el cirio de la oferta y el pueblo que asiste a la historia, convencido o no, se va por donde ha venido. Y la ciudad de León, heroica y pacífica pero entera y noble, concede la adhesión a los unos y a los otros, a cambio de que alguna vez se le otorgue justicia al pueblo, que se inclina siempre con cabezadas ceremoniosas.