CRÉMER CONTRA CRÉMER
Yo no soy tonto
QUEDA DEMOSTRADO que lo que solivianta y encocora al personal no es ni la dificultad de encontrar esposa prudente, ni la de merecer un cargo municipal. El llamado tiempo de elecciones altera radicalmente no solamente el clima sino sobre todo la temperatura personal: Llegados estos días marcados de la suerte a quien ha de disfrutar el privilegio de mandar y hacerse obedecer, los temperamentos naturales del ser humano, tanto da que sea mujer, hombre o ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, pues así que se anuncia el comienzo de la aventura electoral, los electores sienten cómo la sangre se les altera y la intención de voto, se convierte inevitablemente en tentación homicida, y se produce en la sociedad en general y en butaca de patio una forma de estado de excitación y agresividad que no respeta ni a los vivos ni a los muertos. Preferentemente se manifiesta una inclinación hacia un estado de cosas que permita desear al prójimo, todos los males de este mundo y aún del otro. Los candidatos no se resisten y se unen a la manifestación de agresividad general, rescatando para el mejor conocimiento de la causa, de los vicios de los egregios y singulares candidatos aquellos errores que pudieron haber cometido de niños o cuando andaban haciendo la rosca a la bella Cayetana, hija única del multimillonario don Felicio, se propuso para diputado cuando menos. Se le llama de todo y recibe bofetadas y trompazos hasta en el cielo de la boca. Y el candidato traga, a condición de que el elector sufra lo suyo y acepta encajar los sobrenombres que se le atribuyan. El mundo entonces se convierte en un estado natural de energúmenos. Y el que más insulta, capador. Y fue tal la desmesura en la agresividad ambiente, que los mismos protagonistas del evento se vieron obligados a salir a escena para corregir el barbarismo léxico del personal y rogar encarecidamente a quien pudiera corresponder que se guarden en la faltriquera los agravios, comportándose desde entonces como seres perfectamente educados. Surgió entonces la réplica defensiva de la contraofensa y dirigiéndose a todo el mundo, el agraviado asegura y declara que no es tonto como para tragarse cuantas barbaridades se le ocurran a los unos y a los otros y que lo que mejor convendría a la mayor gloria del país y mejor calificación personal, sería, es, sin duda, tragar cuantos dicterios se le pudieran ocurrir a los unos y a los otros y comenzar a ensayar el lenguaje de los hombres y mujeres humildes y errantes, deseosos de paz, estabilidad y un puesto a la lumbre. Nadie es más que nadie y si algún descarriado, equivocando la salida de los trenes insulta, afrenta y rebaja la personalidad del rival, está incurriendo en un delito de lesa estupidez. Recuerdo aquella frase de María Zambrano, que decía y dice y seguirá diciendo, mientras haya imbéciles, agresivos de una forma o de otra: «El esplendor de los sistemas ha coincidido siempre con la pobreza de las convicciones»¿ ¿De acuerdo?