Isidrones
LOS ÁNGELES isidrones que envía un redentor envuelto en nubes (estrategia de una divinidad popular escondida) le están arando la era de trillar a un san Rajoy sedente, vacante, orante y menguante. Manos blancas tienen los querubes de la insidia y de la conjura que dan la vara y la cara en la guerra ya decididamente abierta por un trono y una espectativa cierta del triunfo esquivo (y volverán a perder la liga electoral otros cuatro años). Mujeres por delante son, pero tenientes artilleros dice el carnet y la logística de asalto al cuartel de invierno donde se hielan las sonrisas y los pronósticos. Agustinas aragonesas en Valencia defendiendo el santa Rita , pero Esperanzas y Sangiles en la villa y corte (donde se corta el hilo y el bacalao) tejiendo el manto del nuevo rey. Lo de María San Gil ha sido todo un baile de Salomé y la cabeza de Rajoy puede ser la de un Bautista que se quedará en precursor de otro mesías, como se quedaron en su día almunias y borrelles. En un pizarrón que había en la sede leonesa de la UCD donde se daban las ruedas de prensa y se acuartelaba el aturdido comité de campaña en su inútiles braceos por maquear la derrota anunciada y la descomposición ya escriturada (eran sus postrimerías; y 1982 el año) cometí la maldad subrepticia y cobarde de rotular con tiza gorda la necesaria conseja de ahorro: «el último que salga, que apague la luz». Y la luz se apagó, aunque no salieron todos y hubo resistencia de cuatro leales que se refundaron en Suárez inventando otra chapa. No huele a ucedé la cosa popular que estamos viendo porque es bien distinta la cosa, pero a cuerno quemado atufa. La feria madrileña de san Isidro va de cuernos que se esconden en el brasero y la próxima corrida en Valencia será como de Fallas, porque arderá el toro entero. Así se anuncia, pero marra el profeta en su tino. La guerra popular no elegirá esta batalla como decisiva. Esperarán los asaltantes a que pasen tres años, siguiente congreso, cuando toquen a vísperas electorales y tengan el nuevo cartel bien compuesto. Pero atina el profeta cuando avisa: será un cartel con pareja ideal para un experto en marketing electoral: Rato, el único redentor y oponente para la escoñadísima economía que se anuncia y ya roemos... y María San Gil, brava mujer de gran tirón, una hillary vasca.