Diario de León
Publicado por
ROSA VILLACASTÍN
León

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INDEPENDIENTEMENTE de lo que ha dictaminado la jueza María Lourdes Pérez Padilla, respecto al caso Telma Ortiz, lo que me parece interesante es el debate abierto sobre dónde se debe poner el límite entre lo privado y lo público, que en contra de lo que pueda parecer, no afecta sólo a los programas del corazón, sino a todos los medios de comunicación, de todos los países democráticos. Una reflexión que me temo sólo podrá ser intima e individual, porque resulta improbable que cuantos ejercemos el periodismo, nos pongamos de acuerdo en un asunto que no es blanco o negro, sino que está lleno de matices e interpretaciones diversas. Prueba de ello es que ni los jueces interpretan de la misma manera lo que dice la Constitución, sobre el derecho al honor y la intimidad. Cambiar la Carta Magna, tampoco serviría de mucho porque hay abogados que argumentarían con todo rigor, el derecho de los periodistas a informar. De manera que creamos lo que creamos, sintamos lo que sintamos, este es un asunto para el que no parece haber una solución que satisfaga a todas las partes, a quienes demandan más mano dura contra los medios, y a los medios que se niegan a que les amordacen. Es posible que viendo la televisión se pueda llegar a pensar que este es un tema que sólo afecta a los famosos de alta cuna o de baja cama. No, no, hace unos días Pilar Manjón y otros damnificados del 11-M, pusieron el grito en el cielo porque alguien había hecho un uso indebido del material fotográfico recogido aquel fatídico día, en las estaciones de los trenes. Cuerpos de sus seres queridos que no quieren que sirvan para alentar el morbo de la gente. Comprendo a Pilar y a todos aquellos que perdieron a sus seres queridos en el atentado de Atocha, pero lo cierto es que la tecnología sabe poco del dolor de las víctimas, y avanza a pasos de gigante hacía un mundo sin fronteras. Porque ¿quién puede evitar que un desaprensivo que graba la violación de unos niños, las palizas a unos indigentes, cuelgue esas imágenes en la red?. Me temo que nadie. En Los Ángeles, donde viven las grandes estrellas de Hollywood, muchos se han quejado de lo mismo que Telma: sufren un acoso despiadado por parte de algunos fotógrafos o cámaras de televisión. Sólo han pedido que se marquen los límites, estar separados por los metros suficientes para no darse de narices con ellos. No se lo han concedido.

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