LITURGIA DOMINICAL
La Santa Trinidad
Mañana la Iglesia celebra la fiesta de la Santísima Trinidad, ejemplo de la comunidad perfecta que se ha de basar en el amor de Dios a los hombres. El evangelio de Juan nos lo recuerda: tanto amó Dios al mundo... un amor sin límites, ni condiciones, un amor incompresible a la mente humana. En Dios Hijo se reafirma la intensidad de ese amor. Su vida, su entrega, su opción por los más necesitados, que le lleva a darlo todo e incluso hasta la vida misma. tEn Dios Espíritu Santo está la presencia amorosa de Dios en la comunidad cristiana de todo tiempo y lugar. Él fortalece y vivifica el caminar de los creyentes, con frecuencia en medio de problemas y divisiones. Creer en la Santísima Trinidad significa vivir en comunidad con Dios Padre Creador de todo cuanto existe, que nos invita a seguir su obra creadora construyendo proyectos de vida para el bien de la humanidad. Vivir en comunidad con Dios Hijo, Jesucristo, Salvador, redentor y liberador que nos invita a luchar contra toda clase de opresión, a vivir en la entrega y el servicio, especialmente en favor de los más necesitados. Vivir en comunidad con Dios Espíritu Santo que renueva nuestras fuerzas, nos humaniza y nos guía en el proyecto de construcción del Reino en nuestros hogares y nuestras comunidades, haciendo posible el vivir la fraternidad cristiana. El cristiano está así llamado a una finalidad doble y única: fiel al mundo presente, debe no ser menos fiel al mundo que vendrá, al mundo de la Trinidad. El «ya» de la salvación le compromete a construir, con los dones de Dios, la esperanza en el tiempo y en la historia de la humanidad; la promesa del «todavía no» le estimula a no dar por definitiva ninguna realización humana, a relativizar todo lo que es menos que Dios. La esperanza de la vida eterna, fundada en la Resurrección de Cristo, le ayudará a reconocerse hijo en el Hijo y a ver, con la fuerza del Espíritu, a los demás como hermanos y compañeros de camino. El mundo es lugar en el que Dios se revela, en el que se encarna, en el que se entrega, al que levanta de la esclavitud del pecado y de la muerte, al que recapitulará al final de los tiempos como criatura que pasa a ser hijo querido. «Brota de un elevado monte una abundante fuente de agua, la cual se convierte en un caudaloso río que, descendiendo al fondo de una llanura, forma un extenso lago. Este lago procede de la fuente y del río; pero el agua, sea del río, de la fuente o del lago, es la misma. En la fuente está representado el Padre, en el río el Hijo y en el lago el Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo y es de la misma naturaleza y esencia de ambos, no de otra suerte, que el agua es la misma en la fuente, en el río y en el lago» (Tertuliano).