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Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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VIVE EN LA CIUDAD DE LEÓN, cerca de la iglesia de las Ventas, un hombre que se llama Dámaso Lacio aunque puede que no se llame así. Pero como Dámaso Lacio firma el libro que acaba de publicar, el primero de los suyos, ya con sesenta y seis años cumplidos, que es la edad de Cristo dos veces. Dámaso Lacio cuenta en la contraportada de su libro que él nació en la Montaña Central, que vivió en la Montaña Occidental y que se casó en la Montaña Oriental de la provincia de León. No concreta más, y yo conjeturo que nació en La Pola de Gordón, acaso, que vivió en Laciana (por eso de decirse Lacio) y que se casó con una mujer de bien de Cistierna. O del antiguo Riaño bajo las aguas. Dámaso Lacio pasó por la vida sin grandes brillos, como casi todos. Él no fue importante ni político. Eso sí, fue maestro en Cea profesor de instituto después, y lector siempre. Y con mucho gusto para las palabras y para saber transmitir el misterio de la poesía y de la narración. Dámaso Lacio prendió en el corazón de muchos alumnos leoneses la luz de la literatura. Y hay algún poeta que empieza a ser alguien que le debe a Dámaso el haberle provisto de buenas herramientas para conquistar su voz y su verde vacío. El caso es que fui a ver a Dámaso Lacio. Mejor dicho, vino él a mí. Me contó hace días que iba a viajar a Valencia en avión, para la boda de una sobrina y que podríamos vernos, y nos vimos. Y hablamos. Todo pasó en un café al que voy mucho, el de San Jaime, en el corazón del barrio del Carmen. Muy cerca de la plaza de otro santo -San Nicolás-, donde trabajo entre palacios del XVIII, de tonos pastel y tiempo. Dámaso pidió ron, me dijo que estaba harto. -¿De qué? -De todos. -No te entiendo. -De tantos escritores como hay en León, me desbordan. Y eso que admiro a muchos. Pero son demasiados. Esto no es normal. -¿Y por qué no va a ser normal? -No lo sé. Y de ahí no le saqué en un buen rato. Luego me dijo que estuvo a punto de no publicar su libro. -Porque me daba vergüenza debutar, ya tan mayor. Hacerlo en la provincia nuestra, donde tantos escriben, y triunfan, y anhelan, y merecen, y tienen y son. -Yo creo que hay para todos -le dije-. Además, uno no escribe en la provincia, o no debe. Escribe en el mundo. Eso a Dámaso le gustó. Bebió un sorbo grande. Luego yo seguí: -Piensa en esos lectores que puedes tener en la Patagonia. O en Sonora, por México. O en Malabo, aunque allí se debe leer muy poco. Cualquier parte del mundo donde se hable español es "León y su provincia, con Astorga y Ponferrada". -Eso me suena -dijo Dámaso. -Sí. Es un poco broma -le reconocí-. Así decía una canción de la línea Fary, que hicieron unos cantantes de hace mucho, los "Dos Españoles", que eran de León. -Viva León, mi provincia¿ -repitió, melancólico, Dámaso Lacio. Luego me contó que su libro, que es de cuentos e impresiones, lo había titulado como "El Vigor de la Consternación" porque ese es el estado de su vida, de su alma, del mundo y de todo. En general. Al menos, cuando Dámaso lo escribía. Añadió que eran relatos de gente que muere, que fracasa, que enferma, que se queda sin mujer o sin esposo, novio o amante. -Sin nada -remachó. -¿Y entonces, qué? -Entonces todo. Y reímos un rato. Luego le acompañé hasta la cercana puerta de la Lonja, donde tomó un taxi para el aeropuerto. Y seguro que se lleva una gran sorpresa hoy, cuando lea este artículo en su homenaje. A fin de cuentas, nos vimos el viernes.

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