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CRÉMER CONTRA CRÉMER

¿Ordoño II o Amilivia?

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LO ESPERÁBAMOS. León que es tierra de adalides y de batalladores no podía mantener la paz de los valientes muchos años. Con tres o cuatro había para llenar un memorial y para cometer tantos disparates como fuera necesario para declarar una guerra. ¿Qué guerra? Cualquiera. Qué más da una que otra. El caso es embrazar armas y poner sobre la ruta al Rocinante que todos llevamos dentro, y ya tenemos guerra para años y años, tal vez hasta para siglos. Que ya ven la que armó aquel Suero de Quiñones con el invento del Passo Honroso para tener una guerra que llevarse a su historia. Y todo por alancear caballeros en ruta a los que se empeñaba en que declararan que no había gachí en toda la cristiandad más fermosa que la su musa. ¿Y le sucedió otro tanto a Don Quijote con su Dulcinea imaginada, que se liaba a lanzazo sucio si el caballero que dieran en topar no se prestaba a declarar que no había mujer más garrida que la su Dulcinea? Y todo para que los leoneses tuvieran de qué hablar y con quién romper lanzas. Llevamos sin guerra, nada menos que desde que clausuramos la declarada por un señor del Ferrol que le dio por declarar que la República era un asco y que para tierra feliz la que ellos, los soldados alistados y las falanges femeninas eran el más elevado e histórico signo de grandeza de la España roja y analfabeta; así es que en vista del vacío histórico que estábamos produciendo, decidimos declararnos otra guerra. Y como no teníamos motivos a mano, declaramos legalmente suprimido el nombre de Don Antonio Amilivia y Zubillaga, ingeniero y fabricante de pelotoneros, como héroe deportivo autor del hecho social, político, deportivo y municipal autor de la batalla que permitió que León, que nunca se destacó demasiado en los campos deportivos, consiguiera al fin, alcanzar el grado de primera atribuido a la Cultural y Deportiva Leonesa. Lo de Cultural le venía al pueblo de Don Suero, de un fotógrafo algo tocado que además de hacer cosas de circo, le dio por abrir una sociedad cultural y deportiva en la calle de la Rúa, alcanzando tantísima fama que llegado el momento y la feliz ocasión de haber alcanzado la titulatura de conjunto de Primera en la competición nacional de juego de balón o pelotón. Y en reconocimiento y gesto de gratitud la ciudad de León optó por bautizar al estadio o sociedad deportiva y cultural, con el nombre y apellido del que fuera su presidente en el momento más glorioso de su historia. Pero he aquí que como dice el poeta "Vinieron los morenos/ y nos molieron a palos./ Que Dios ayuda a los buenos/ cuando son más que los malos¿" Pues decía que vinieron el municipio, como padre putativo, otros hombres y como otro Amilivia había sido alcalde de la ciudad y eso no interesaba, como no podían cortar la cabeza al nieto, declararon nulo el nombre que se le había atribuido al Estadio, inventado por los aficionados leales y declararon la guerra de los pelotones. ¡Y todo para anular el nombre del nieto del glorioso Don Antonio Amilivia y Zubillaga! ¡Joer qué tropa!

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