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JUAREZ

Publicado por
Antonio Núñez
León

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SI ES USTED votante del PP y tiene dudas razonables entre Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre en la crisis de identidad del partido ni se moleste en llamar por teléfono a la sede provincial para que le orienten al respecto. Una voz opaca e impersonal le responderá en el constestador automático: «Al aparato. Para hablar con el aparato pulse 1. Para conectar con los críticos pulse 2 y apúntese al partido liberal cuando lo haya. Para otras consultas pulse 3 o lo que le dé la gana y siéntese a esperar a la luna del congreso de Valencia». Así están las cosas. En el PP leonés cuando haces la típica pregunta del bombero en el incendio para rescatar supervivientes, aquella de «¿Oiga, hay alguien ahí?», sólo se oye «al aparato, diga». Voces discrepantes o pidiendo auxilio ni una. A lo peor es que prefieren achicharrarse numantinamente en el cargo, porque tienen mucho en común con Mariano. A mayores de perder la tira de votos en las generales perdieron también las municipales en la capital y, si salvaron la Diputación, fue de chiripa. Y lo mismo que en el resto de España se debaten entre en continuismo y la renovación, o sea mantener a Morano e Isabel Carrasco, que son de mi quinta, coño lo que duramos y mola a estas alturas, o sustituirlos por el alcalde de Valencia de Don Juan, Juan Martínez Majo, que es un chaval muy majo como su propio nombre indica, aunque más acongojado que un recluta y perdone usted, mi sargento, si me salto aquel taco de la mili que también era lo mismo que congoja, sin ene, con jota de hay que joderse y en plural masculino, porque ya no es políticamente correcto. Le digo, mi sargento que no queda gente con los suficientes congojos, usted ya me entiende. Dado que ahora son de centro, han cambiado al más majo por Yiyo, igualmente buen mozo, si bien no llegue a Gallardón. Si el PP quiere salir de la crisis, ni renovación ni continuismo ni leches. Todos están «al aparato» y firmes, porque les va la nómina en ello. Con una clase política profesionalizada es hora de que los votantes del PP se guíen por el chiste del baturro, cuando empezó a darle patadas al trenecico de juguete que los Reyes Magos le habían traído al nieto. «A estos -el nieto no, el tren, decía el maño- hay que matarlos desde pequeños», acordándose de que de mayor casi le cuesta la vida en la vía de los principios lo del mantener aquello de «chufla, chufla, que como no te apartes tú...». Lo que le hace falta a la derrotada tribu del PP es un consejo de ancianos a lo indio Jerónimo que sepan dar buenos consejos a la antigua, carezcan de prejuicios por lo moderno y, a ser posible, no tengan ya nada que perder. Los jóvenes que vienen a renovar la sangre del partido tienen poco de guerreros, como el Gallardón, que ya de pequeñín era pepijo y no ha visto en su vida más vaqueros que los pepe y los levis , todo lo demás son películas de indios. Puestos a centrarse, aquí mismo podrían nombrar compromisarios para fumar la pipa de la paz del congreso de Valencia a Fernando Arvizu, cuyo bigote guarda un parecido notable con el del general Custer, y a Jaime Lobo, otro veterano superviviente al que no hace tanto entre un cáncer y la quimioterapia de algunos de los suyos estuvo a punto de perder la cabellera. Y es lo que dicen ambos dos con tanta hacha de guerra desenterrada en luchas fratricidas: «como con otros cuatro años de Zapatero en la La Moncloa el partido no puede ir a peor, necesariamente nos tiene que ir a mejor, así que lo prudente es atacar y que sea lo que Dios quiera». Esta filofofía de la vida, con ser elemental, no la entiende el cacique Mariano. A un mes del congreso nacional del PP lo más seguro es que los populares se rindan en masa y firmen un acuerdo con Zapatero y los nacionalistas por si escampa otra vez dentro de cuatro años. También es probable que acaben de por vida en una eterna y venerable reserva de la oposición, como le pasó a Fraga en Galicia, hasta que Touriño encontró un pozo de petróleo de votos en el naugragio del Prestige . La fantasma de don Manoliño ha resucitado también estos días en Perbes para asustar a la Aguirre, una bruja que no cree en meigas. Servidor no es el único que tampoco se aclara. Mariano tampoco. Y cuando mira a los ojos de Esperanza o de María San Gil no puede decirse desde el descansillo de la escalera, donde se supone que se agarran a la barantilla -o sea, al aparato- todos los gallegos que en el mundo han sido y de los que no se sabe nunca si suben o bajan, no pdrá evitar la famosa coletilla de «...pero, haberlas, haylas». Se desconoce lo que opina el cardenal Rouco, pero es como para santiguarse cuando desfila la procesión de los suyos. Da da impresión de que pasa otra vez la Santa Compaña de la UCD y Pío Cabanillas. Qué en paz descansen.