CRÉMER CONTRA CRÉMER
Los compromisarios
SI PERICLES o Solón entre otros sabios, ya muertos y sepultados bajo losas de mármol de Carrara, levantaran la cabeza, y asistieran a la constitución de aquellos ciudadanos a los cuales, en razón de su pertenencia a un determinado partido, serán los únicos con derecho a ser proclamados compromisarios, o sea asociados al partido dispuesto para hacer los nombramientos legales que elevarán a determinados adictos al sillón curul de los magistrados supremos de la Patria, que eso es en puridad lo que viene a ser el compromisario¿ Pues digo y repito, si los mentados filósofos de la Hélade levantaran la cabeza y repasaran las listas dispuestas para la exaltación de magistrados para el Senado o para las Cortes más supremas, adelantarían su sabia opinión para asegurar que el procedimiento tiene poco que ver con la Democracia, ya que a ésta le está conferida la autoridad para proponer y para resolver al que le debe corresponder citar y proponer al candidato. El candidato del compromisario debiera ser nombrado, en buena democracia, por el pueblo, ya que habíamos convenido en que la democracia es, en puridad, el gobierno del pueblo y para el pueblo. Y tal y como hemos montado el tinglado electoral, el pueblo ni pincha ni corta. Ni siquiera para elegir a quienes pudieran ser los más acertados para la elección de aquellos que son como los antecedentes legales de los definitivos gobernadores de la ínsula. El Partido Popular se prepara para elegir a quien será el sumo representante de una fracción del pueblo español en el Congreso Nacional del Partido. Se espera, si el tiempo lo permite y con el derecho legal de que dispone cada uno de los citados para la elección, que el resultado coincida con los deseos y las ideologías de todos los componentes de la partida o partido de donde proceden, pero nunca es seguro y de hecho, los candidatos (en este caso Don Mariano Rajoy) está a merced de la disposición y tendencia de los cuarenta y un elector que han sido separados. ¿Es así la Democracia? Parece ser que no exactamente, porque repetimos, el pueblo del que depende la estructura legal de la Nación no interviene ni en este anticipo de elegir los compromisarios, ni en la selección final, a la cual el elector se acerca ateniéndose a fórmulas de comportamiento que sólo obedecen a los planes y ambiciones de los mandados. Dicen los papeles que los resultados de tan alambicado manejo o manipulación se atiene a criterios de afiliación. De lo que se infiere que el ciudadano que no pueda ostentar su carnet de dependiente de un partido, no podrá ser compromisario ni le será propicio el menester de votar. Dígase lo que se quiera, esto no es Democracia sino otra cosa y da lugar a que se recuerde y aplique el verso de Edmundo de Ory: «Que Dios firme la paz sobre nuestras cabezas». Amén.