Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La nueva censura

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VICTORIANO CRÉMER
León

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DE VEZ EN CUANDO me suelen llegar cartas, conmovedoras para mí, que me ayudan a recordar lo que no quisiera, pero que permanece clavado en el alma y allí se acabará el latido mío cuando la memoria se disipe para siempre. Me envía esta entrañable comunicación la sobrina de un personaje querido y admirado. Ejercía con amor la digna profesión de enseñante creo que en calidad de Inspector de Primera Enseñanza y desapareció un mal día envuelto en las sombras miserables de la guerra. Durante mucho tiempo mantuve en mi poder un libro escrito por Fidel Blanco Castilla, con ilustraciones de Vela Zanetti y me vi obligado a ejercer de autoinquisidor literario, cuando el acoso y la mísera censura, ejercida como arma letal, me obligó a someterle al fuego. A través de un Pallarés (Eduardo) tuve ocasión de renovar recuerdos entre los cuales aparecía de nuevo el librito y la figura de Fidel Blanco Castilla. ¡Qué pena me da sospechar que acabaré fuera de juego sin haber podido disponer de tiempo para escribir el hondo relato de la parte bélica que los leoneses sufrimos. Pero así es la vida, Federico. Y es hoy cuando al recibir la amable comunicación de esta superviviente del horror se me ocurre recordar la existencia de la censura. Fue esta manera de contener la libertad de expresión la que determinó el sentimiento de dominio, de esclavitud, de insoportable sometimiento a que estábamos obligados so pena de arrestos inolvidables y en muchos casos insoportables. Y es también llegado el momento de recabar de las autoridades, de los centros de mando y de entendimiento cuando asoma el perfil de un nuevo modo de ejercer el miserable menester de la censura. Porque la censura existe. No de la manera con que se practicaba en aquellos tiempos de agravio, pero igualmente insoportable y ajeno al sentimiento de dignidad que estamos obligados a practicar sobre todo cuando reiteramos la fe de bautismo político que más o menos seguíamos y practicábamos, cuando decíamos que formábamos parte de seres con alma y promulgaciones eternales. El español es parte superior del mundo que vivimos y quienes se esfuerzan por convertirle en una prisión simulada, someten al personal a toda clase de intrigas para castigar el sentimiento de libertad. No se someterán a prisión (aunque lo hagan) ni te convertirán en especie desdeñable de servidumbre obligada, pero tendrás que atenerte a sus normas, a sus leyes, a sus obligadas obediciencias, aunque este vivir sin vivir en nosotros nos imponga límites, fronteras y muros de contención. El episodio de esa muchacha, hermana de una princesa que demanda ante la ley democrática la imposición de medidas cautelares a la prensa, para evitar ser vista y oída, es una forma de censura de la que los dioses y los gobernantes nos libren¿ si saben o si les dejan.

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