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Diario de una aventura Desafío extremo Volcán Sangay

Alegría y tristeza en el Sangay

¡Que espectáculo tan fantástico y brutal! Allí supe, cuando llamé por teléfono, que habías decido dejarnos. Por eso quiero, amigo Iñaki Ochoa, que te lleves esta cima

Publicado por
Jesús Calleja
León

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Hola amigos. La tristeza de mi título de esta crónicas es porque ha muerto mi buen amigo Iñaki Ochoa. Es terrible. Era, sin duda, el mejor alpinista español en activo. Estaba intentando su último ocho mil, de los catorce que existen en el planeta, todos ellos en la cordillera del Himalaya, y posiblemente un edema cerebral se lo llevó. Si como alpinista es difícil encontrar otro igual, tanto en técnica, como fuerza y velocidad, como persona era sin duda aun mejor. Es difícil para mí escribir que he conseguido otra esquiva cima, la del volcán Sangay, el más activo de América y de los más activos del mundo, después de esta terrible noticia. Estábamos a 3.550 metros y por lo tanto para alcanzar la cima de sus 5.230 metros hay casi son 1.700 metros de desnivel. Hay que pasar de la pura jungla a la nieve y luego al hielo, para llegar más tarde a la parte de ceniza densa que está en los alrededores de este cráter. Estamos en las peores condiciones climáticas posibles. La baja visibilidad por la tormenta de nieve casi no nos deja tiempo para reaccionar cuando oímos venir una roca como un misil. El exceso de humedad se cuela por el cráter y genera mayor actividad, siendo las explosiones cada cinco minutos, lanzando piedras, rocas y gases a gran altitud, y nosotros, quizás un poco embrujados por el volcán, nos dirigimos hacia allí, hacia el mismísimo cráter. Seguimos ascendiendo ahora por rampas de nieve y hielo más inclinadas. No puede haber un error, pues terminaríamos mil metros abajo, pues la verticalidad es notable. Hincamos un crampón, luego el otro, respiramos, y vuelta a empezar. Estamos casi exhaustos, tenemos 1.500 metros de desnivel en las piernas, pero ya vemos la silueta entre las tinieblas del primer cráter. ¡Coño, si estamos por encima de este primer cráter y a tan sólo cincuenta metros del segundo! La espesa niebla y la ventisca de nieve no nos los dejaban ver y los teníamos encima. Vemos una gran fumarola y nos dirigimos hacia ella. Ángel nos dice que no, pero Emilio y yo queremos grabarla para nuestro programa Desafio extremo. Dicho y hecho: nos plantamos cerca de ella, pues llegamos a sólo cinco metros de esta boca que expulsa gases a presión como una chimenea de un barco. Lo filmamos y continuamos hacia el cráter principal, al que Ángel llama la Puerta del Infierno. Por en el trayecto de ascenso hay cantidad de fumarolas, y lo que nos asusta más es que el suelo esta lleno de rocas recién expulsadas, pues la nieve lo cubre todo, menos esas rocas diseminadas por nuestro camino, que se cuentan por centenares. ¡Qué locura, Iñaki, nos vamos al borde del cráter! Ángel grita que es muy peligroso, que hace tiempo cinco alemanes murieron por acercarse al borde, pues el volcán explosiona incluso cada dos minutos. Emilio y yo estamos decididamente embrujados por los continuos microtemblores debajo de nuestros pies, las explosiones, el olor azufre que te vuelve loco y el continuo sentir de rocas que salen volando y se estrellan en algún lugar muy próximo a nosotros. Te lo juro, Iñaki, decidimos asomar el morro en el mismísimo borde del cráter. El volcán exploto dos veces durante los ocho minutos que estuvimos en su borde. Oímos las explosiones como bombas y las rocas saltaron por los aires sin alcanzarnos, que fue lo raro. Después de sacarnos las fotos con nuestras banderas, decidimos largarnos de allí a toda prisa, la situación se estaba volviendo excepcionalmente peligrosa. ¡Que espectáculo tan fantástico y brutal! Allí supe, cuando llame por mi teléfono satélite a casa, que habías decido dejarnos. Por eso quiero, Iñaki, que te lleves esta cima. Te la dedico. Luego descendimos sin novedad, y vuelta a la selva, para retornar pronto a León. ESCRIBE: Siga la aventura en: www.jesuscalleja.es