Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Del dicho al hecho

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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EL EVANGELIO de este domingo nos toca muy directamente. Podríamos decir que al igual que no es oro todo lo que reluce, tampoco es cristiano todo el que dice serlo. Para ser cristiano, hoy más que nunca, no sólo hace falta estar bautizado, es necesario participar de la vida de la Iglesia, y no sólo en las ocasiones clásicas: bodas, bautizos y funerales. Es necesario llevar una vida moral conforme al Evangelio. O, lo que es lo mismo, es necesario que el estilo de vida y de actuación que marca el Evangelio esté de forma operante en nuestras vidas, la personal y la vida de la comunidad cristiana. Cumplir la voluntad del Padre, expresada en su Hijo Jesucristo, es la clave para caminar rectamente como cristianos. No es difícil decir cosas hermosas, hablar de fraternidad, de derechos humanos, de justicia, de igualdad... No es difícil. El problema está en la práctica. Una hermosa doctrina sobre la libertad de los hombres se encuentra en cualquier sitio; nadie que tenga un poco de vergüenza niega hoy día la necesidad de que se respeten los derechos humanos; cualquier ideología, con excepción de los fanatismos extremos, acepta en teoría la fraternidad universal como una meta, lejana, sí, pero a la que se debe tender. Pero del dicho al hecho... Y lo mismo podríamos decir de los derechos humanos, de la solidaridad, de la fraternidad y de tantas otras cosas. Jesús está explicando (estamos todavía en el Sermón del Monte) su programa, su proyecto. El designio de Dios es que los hombres sean felices, dichosos y, para ello, que sean libres, solidarios en lugar de ser ambiciosos, insaciables en la búsqueda de la justicia, incansables en la construcción de la paz; que no se limiten al cumplimiento de la ley, sino que en sus obras tengan como única norma el amor; con un corazón grande capaz de perdonar para restablecer la armonía entre los hermanos y que se mantienen fieles a ese proyecto de construir un mundo de hermanos. No se refiere Jesús, cuando habla de entrar en el reino de Dios, sólo a un premio futuro para recompensar nuestra obediencia o nuestras buenas acciones del tiempo presente. No es ésa la cuestión. El reino de Dios consiste en los hombres que viven de acuerdo con el designio del Padre; y es esa vida la que hace crecer el reino de Dios. Ésa es nuestra responsabilidad y nuestra tarea; ése es nuestro trabajo. Pero ese trabajo se verá frustrado, como una casa mal cimentada, si lo único que hacemos por el reino de Dios es hablar y, a veces, criticar a nuestros hermanos en la fe. Somos cristianos en la medida en que ponemos en acto nuestro credo, cuando lo que hacemos es verdadero reflejo de lo que creemos. En esto, como en todo, el ejercicio desarrolla y fortalece. En la medida en que actuamos aprendemos a actuar; la repetición crea el hábito, el estilo y lo hace llevadero y fuerte. Ya pueden venir embates, que uno está bien cimentado porque ha experimentado. La práctica crea maestros. En el cristianismo, maestro no es quien te explica una lección, sino quien te cuenta una experiencia, su experiencia, y te la propone. Efectivamente, «obras son amores, y no buenas razones».

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