CORNADA DE LOBO
Fame, mucha fame
HABLARON en la FAO de la fame en el mundo, Roma mediante, allí donde los banquetes en triclinio empezaban a las ocho de la tarde y terminaban en octubre, traga y traga, platos espolvoreados de oro, artesas de lenguas de flamenco, pescado de lujo dejado hasta su podredumbre noble ad maior sabor, mariscamen a embute, vomitando una y otra vez para seguir engullendo aquel tsunami de viandas que salía en oleadas de las cocinas... y allá va otro buey espetado y asado entero con una ternerilla dentro de la barriga y, en la ternera, un chivo que paría después un lechazo con un faisán que encerraba una codorniz... y en la codorniz ¡un huevo! (cocido entre semana, de oro en fiestas)... comer desatadamente... aquella Roma que quince siglos después resucitaba el banquetazo descomunal y la orgía montada ante el mismísimo solio de san Pedro... Roma renacentista o moderna que infla hoy la andorga en las trattorías de la ribera del Tíber... en esa ciudad tiene desde que nació su sede la FAO, que es la ONU de la alimentación y la agricultura, del trigo de los pobres y de la feria del rico... Echaron allí los mandatarios su discurso: los países ricos dando ideas y órdenes; y los pobres, dando pena y enseñando las costillas. En esta sesión de la FAO sólo se habló del hambre, la que hay y la que se avecina, que será habruna canina para mucha gente nueva y demasiado perra para los que ya son perros flacos. Para paliarlo se insistió: agricultura transgénica y vuelta a una economía de autoabastecimiento, cultivar para despensa propia. Me gusta lo último; la autarquía es vieja patria soñada porque «más vale criar que ir a ferias; más vale hacer que comprar». Ojalá vuelva a verse sembrado el baldío, verdeando el huerto tras la casa, cada cual procurándose lo propio y lo que hay que dar al pobre... o vendrá de nuevo el hambre y el político listísimo, como aquel presidente asturiano que, visitando en los cincuenta la zona de Peñamellera, recorrió a pie el pueblo antes del comidorro que le tenían preparado; acercándose a un vejete desmedrau que fisgaba el cortejo, le preguntó ¿qué hay por aquí, paisano?... y algo abatido respondió aquel tipo embutido en tabardo remendau « fame, señor presidente, mucha fame ». Sorpendido el político, respondió «así me gusta, buen hombre, que no falte nunca el apetito»...