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¿QUEDA alguna leche sin omegas?, se preguntaba un informe periodístico... ¿Hay alguna leche que sea sólo leche?... No es que me obsesione porque no consumo mayormente, pero montón de población ordeña sus vitaminas a eso que es blanco y venía en botella antes, hoy en cartón de la cartonera. Somos cultura inveteradamente láctea. El hombre es mamón hasta de viejo, caso insólito en la naturaleza, porque mamar tiene una edad y se acabó en después. Salvo leche de ballena o elefanta, que no se dejan sobar la despensa, el hombre ha mamado de todas: de camella, de búfala, de burra, de oveja o cabra... o de loba en algún caso... y no se ordeñó a las cerdas porque no hay modo. Así hay quien sostiene que tanta leche no puede ser cosa buena y prueba de ello son algunas civilizaciones asiáticas que no la toleran y hasta la prohiben (a veces porque el organismo de sus gentes anda tacaño de lactasas y no la digieren, como explica el docto Marvin Harris). Antes, bebía esta ciudad leche que se ordeñaba en las cuadras de Carbajal o Villaobispo, mayormente (del Ferral sólo venían lavanderas y de Alija hortelanas de verdulerías). De estas lecheras vecinas nuestras decía la leyenda urbana que no echaban agua a sus cántaras para propinar más beneficio a su venta ambulante como se hizo de siempre también con el vino, sino que directamente la enriquecían con meaos de vaca o propios, ya que la naturaleza espesa de los orines era indetectable para los densímetros que usaban los inspectores del municipio cuando al azar o por reincidencia, exploraban a esta o aquella expendedora a domicilio (las de Villaobispo solían venir en burra, pitipiti, pero las de Carbajal traían bicicleta y, en verano, peras mancadas de mucha fama). Ahora la leche viene ya legalmente meadita y sólo se ordeña en un lineal del súper donde la ubre y la estantería es confusión de marcas, variedades y rebimbas vitaminadas, desnatadas, desfloradas, enriquecidas o robadas, enteras o solteras. El claro riesgo de aquellas leches (al hervirlas coronaban la cazuela con medio dedo de nata) era la brucelosis que solapaban, aunque a la gente le importaba poco pillar por el rabo unas fiebres de malta a cuenta de exhibir el orgullo de que en su casa se bebía leche de verdad, ni pasteurizada ni gaitas. Y hoy la añoran.