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TRUCHA bestial, más de seis kilos pesaba la tía, dijeron que la habían pescado en uno de los rabos (tú llámalo colas) del embalse del Luna... ya... aposté que a caña no podía haber sido, sino con banderilla queda en noche furtiva... y confesó después el que la llevó al Hostal (un transportista que subía a Babia a diario) que así había sucedido, que al pasar de amanecida vio chapoteo grande en el agua y a nadie por allí, así que detuvo la prisa, aparcó la furgoneta, bajó a la orilla por cuesta pindia con riesgo de romperse el culo y atrapó el aborozo tirando del sedal de la banderilla con cebo dormido, no podía creerlo, enorme truchón de los que ya no se verán en jamás de los jamases (por Carrizo o muy cerca, en una tresmallada oficial de limpieza, arramplaron con un ejemplar que casi llegó a los diez kilos, lo disecaron y por ahí quedó en una urna de cristal, un zeppelín en toda regla). Más grandes nunca se vieron, aunque hay uno que me habla siempre de una trucha de doce kilos. Por hacerle la leyenda o que la sueñe, me lo creo. Una trucha disecada tiene una facha ridícula y da pena. En nada se parece a lo que fue. El taxidermista la embute de escayola y los brillos naturales de la piel mucosa se pretenden lograr con capas de barniz y lacado tieso. No hay modo de arreglar la mentira. Esta que digo no la disecaron. Se celebraba entonces la semana internacional de la Trucha 1973 y allí acabó. Juraba yo con Maruja Callaved y Busca Isusi en su concurso de platos. Pedalillo sí pillamos. Pero se nos cuajó al ver aquel tamaño. En el Hostal prepararon aquella trucha entera en bandejón de cinemascope. Trocearla hubiera sido crimen; así que, horno al canto. Intragable. Bonita, sí, mucho perifollo y guarnición, pero en boca era estopa. La trucha, no engañarse, sabe a poco o a nada. Prepararla para el sabor ha de tener truco fino. O escabecharla, claro; pero mejor, no; la vinagre es cáustica y vulgariza. ¿Y en sopas?... ¿bah?... Insisto y aburro con la única fórmula que haría pasar por leonesa para preparar las truchas sin caer en navarricas tocineras y ni chuminadas jamoneras: «trucha de las tres efes: frescas, fritas y frías». Se salan la víspera, duermen su fresca y en el ardor de la sartén se bañarán en mitad de aceite, mitad de manteca de cerdo. Y déjalas enfriarse. Que se queme sólo el ansioso.

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