Diario de León
Publicado por
ANTONIO CASADO
León

Creado:

Actualizado:

MENOS de un millón de europeos no pueden poner contra las cuerdas a 500 millones de europeos. No sería lógico ni justo. Sin embargo, esa es la impresión que da por el hecho de que 860.000 ciudadanos irlandeses, a despecho de sus propios gobernantes, hayan votado contra el Tratado de Lisboa. Si es una declaración de intenciones favorable a la segregación de la Unión Europea, había otras formas de plantearlo. Los defensores del «no» lo niegan. Dicen que la insumisión no es respecto a Europa sino respecto al Tratado de Lisboa. Bizantina precisión. Pudo tener sentido en el plan A de la construcción europea, la Constitución rechazada en su día en Francia y Holanda. Ahora es poco creíble la impugnación del plan B, un engorroso texto de 400 páginas cuya máxima aspiración es mejorar el funcionamiento de una Europa de 27 miembros. De algún modo Irlanda ha mordido la mano que le dio de comer cuando ingresó en el club europeo en 1973, con unos indicadores económicos y sociales que la mantenían en los umbrales del subdesarrollo. Hoy día presenta un envidiable nivel de de riqueza. Sin embargo, a la vista de los resultados del referéndum irlandés, que rompen la unanimidad de los 27 en la ratificación del Tratado de Lisboa, vuelve a reinar la incertidumbre entre los europeístas. En esta ocasión se han escuchado ya muchas voces que tienden a desdramatizar lo ocurrido. Se supone que el eje franco-alemán, con la complicidad del Reino Unido y la colaboración del Gobierno irlandés, que propugnó el «sí», no permitirá otro frenazo como el que se produjo después de los referéndums de Holanda y la propia Francia, cuyo balance fue contrario a la Constitución Europea (plan A). Aquel revés obligó a improvisar el Tratado de Lisboa (plan B), ahora rechazado en Irlanda. Ahora se trata de encontrar un plan C durante la presidencia francesa (a partir del 1 de julio), aunque mucho me temo que sonará a chapuza, pues no deja de ser una chapuza cambiar las reglas del juego sobre la marcha. Y regla básica era la unanimidad de todos y cada uno de los 27 en la ratificación. Una forma de salvar los muebles es que la ratificación en Irlanda venga por la vía parlamentaria, en la que no habría problemas, salvo el coste político del Gobierno irlandés ante su electorado. Parece una de las fórmulas con más posibilidades. De todos modos, la última palabra la tiene el Consejo Europeo.

tracking