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ANDAR al porte fue desde siempre oficio y negocio de mucha solapa y de ajustes cuchicheados. Ésta, como toda tierra en los medios, fue patria de arrieros; maragatos, los de fama larga; argollanos, los de porte corto... y fornelos, los de carro buhonero con encajes e hilaturas. Al porte anduvo mucha gente desde que se inventó la rueda y el favor pagado. Siempre hubo que mover género y material, llevar de aquí, traer de allá... y cobrarse en cobre o esquilmando. El primer carretón maragato echado al acarreo por cuenta ajena lo pagó sin duda Roma para aviarse en las explotaciones mineras que furacó en toda la comarca; y más allá, donde los carriles cabreireses van resbalando hasta Las Médulas (lo llaman carriles, siendo canales, porque secos de alma y función les sirvieron a los lugareños como camino carretal sin peaje ni hacendera). Después, al porte lo llamaron transporte, como dando rango a un oficio que ya estaba establecido en tiempo de astures cuando tenían que bajar a tierras del sur a por granos y vino (que se lo bebían todo el mismo día que llegaba -qué ansiedad- según certifica Strabón que andaba por estos andurriales del confín imperial como cronista y geógrafo a sueldo del de la lanza y la estacada romana). El astur de estos nortes encastrados en purísimo castro castrón, necesitaba el grano del sur, aunque se conformara a diario con su tradicional pan de bellota, que es como adobe que hace estragos embotando el cerebro, al igual que corroe el estómago el pan negro de centeno morucho. Los transportistas listos fueron los maragatos. Cuando el ferrocarril fusiló al amanecer del maquinismo al carretón arriero y sus reatas de mulas, el de Molinaferrera, Castrillo o Santiagomillas se instaló en su origen de carga o en su destino y abrieron tienda, o sea, pescaderías, que era a lo que ya olían y de lo que sabían más que nadie. Sólo la zancada maragata puede poner a la vez un pie en la lonja de Vigo y el otro en los Madriles; listos como el hambre con ruedas fueron siempre. Algo del viejo y atravesado ser arriero debe latir en el porte cazurro de hoy que se desmarcó en huelgas y amarres de lo que dijo la nacional acarreadora o los del porte castellano. «Los leoneses son como los del Bilbao, pero sin motivo», volvieron a decirnos.