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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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POR ALGO será, que cuando cambia de alcalde una Ciudad se produce un cierto estado de ansiedad, como si se le hubiera mutilado. Cuando en León Capital se produce el relevo de una Alcaldía, inevitablemente se «monta un cirio», que dice el muchacho de la tienda de ultramarinos. Y en cierto modo, montar el cirio es como asistir a un ceremonial necrofilico, porque a partir de este momento social el vecino espera a ver qué es lo que el inédito regidor municipal aporta de nuevo. Al cabo de cierto tiempo el contribuyente comprueba que el relevo ha sido benéfico o contrariamente que no ha aportado a la comunidad sino estados de tensión y de duda. En San Andrés del Rabanedo, que es Ciudad que se abarca con la mano y con el corazón, el Alcalde que ha sido durante los últimos casi veinte años alcalde, obedeciendo a gestiones de cambio aceptó el nombramiento de Presidente de Paradores. Y este episodio ha resonado fuertemente en los ámbitos humanos de la villa, ciudad o lo que fuere, hasta el punto de que los vecinos prácticamente se han echado a la calle para testimoniar su dolido sentir ante la ausencia que se anuncia . Como frase para inscribir en los anales municipales de la Ciudad, o lo que fuere, se he recogido la que pronunció Miguel Martínez, que es el regidor que se nos despega del álbum de notables. Porque efectivamente este regidor dejó escrito como testimonio de sus sentimientos mas íntimos: «No pagaría en dos vidas todo lo que tengo que agradecer a San Andrés» .» Y es que este leones de nacencia y de costumbre ha merecido, por su afición a la alcaldía, sea recogido su recuerdo como uno de los episodios biográficos de la Ciudad que bien merece ser acogido con general emoción. Porque ¡pobre de la Ciudad cuyo alcalde abandone el puesto o cargo o servidumbre de su pueblo sin haber merecido ser bien recordado!. León, es, entre otras menciones de obligado registro, un pueblo con suerte a la hora de seleccionar los hombres (o las mujeres) que han merecido ser recordados. No diré nombres porque habría que añadir a modo de estrambote de la crónica la frase de las excepciones. Y ha merecido la gratitud y la admiración de cuantos le conocen y le trataron, porque Miguel Martínez es uno de esos profesionales oficiales que siempre ha ostentado su calidad humana sin soslayar cualquiera de los compromisos que, en virtud de su cargo, han exigido honestidad, sacrificio y comprensión. Creo, con absoluta sinceridad, pienso que es el pueblo de San Andrés el que debe sentirse obligado a la gratitud, porque los pueblos acaban inevitablemente por ser un poco y muy significativamente lo que fueron sus regidores, sus gobernantes, sus guías y servidores. Y este alcalde que se nos va, fue como tal servidor, un ser digno de todos los reconocimientos. Miguel puede abandonar su puesto de trabajo durante cerca de veinte años, reclamando el uso de aquella frase de Shakespeare: «No basta levantar al débil, hay que sostenerlo después». Miguel Martínez, alcalde honorario de San Andrés lo hizo¿